Capítulo 8

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La motocicleta se detuvo fuera de una de las academias de arte más prestigiosas de la ciudad. Después de una exhaustiva investigación, Miguel optó por conocer esa escuela entre otras e informarse de los requisitos de ingreso. Así que Hiro pasó por él temprano y después de desayunar emprendieron el camino.

La escuela se alzaba tan majestuosamente grande que se podía distinguir desde varios kilómetros a lo lejos. Era una de las pocas instituciones que contaba con varios niveles académicos donde Rivera podría cursar la secundaria y continuar con la especialidad.

Una vez en las instalaciones decidieron conocerla por su cuenta. La zona de comida, que no por menos importante resultaba nula ante la curiosidad del mexicano, era mucho más espaciosa que la de la universidad de Hiro, además contaba con decoraciones tipo barroco que buscaban imitar a los elegantes teatros europeos del siglo XVII. <<Me preocupa que esta escuela tenga algún nivel de elitismo>> pensaba Hiro al observar tanta exageración.

–Si así es el comedor, qué podemos esperar de los salones de clase. –Dijo con gesto aprensivo.

Éstos no contaban con gran diferencia, lo único que los distinguía era el contenido (butacas en lugar de mesas, etc.)

–Parece un conservatorio –dijo Miguel sorprendido.

–Imagino que estos son los salones de arte –Expresó el japonés impresionado por la elegancia y espacio con que contaba cada aula.

–Creo... que no. No hay mucho espacio entre las butacas, ahí no cabría ningún instrumento.

–Otro tipo de arte ¿tal vez?

Se observaron desconcertados. Aquella escuela parecía hecha para la élite de la ciudad. Los alumnos vestían uniformes que parecían de diseñador y caminaban tan erguidos que Hiro imaginó que sus egos no conocían ni los zapatos que vestían.

Miguel se veía incómodo, de las escuelas que habían visitado ésta era la que menos le gustaba.

–¿Estás bien? –Preguntó Hiro mirándole encogerse inquieto.

–Mmm... –Lanzó una rápida mirada a una pareja de alumnos que pasaba por su lado, tan altivos y refinados que ellos parecían indigentes en comparación. –No creo que esta escuela sea lo que estoy buscando.

Hamada observó alejarse a los mismos sujetos que viera su amigo, sin entender el problema –¿Por qué no? Te quedaría muy bien ese uniforme –Una imagen mental se trazó en su imaginación y Miguel luciría tan bien en él que la sola idea le hizo sonrojar y mostrar una sonrisa boba.

–No es eso, no creo que aquí pueda estudiar el tipo de música que me gusta.

Hiro se puso a analizar la situación y relacionarla con lo que sabía de Miguel –¿Música mexicana? –le vio asentir.

–Creo que esto es más como música clásica o algo... –Vio a una chica cargar con un violín, instrumento también utilizado en la música ranchera, pero que a considerar por la apariencia de la joven concluyó que el tipo de música era muy diferente –así –terminó.

–¿Cómo lo sabes? –Se encogió de hombros después de la mirada significativa del menor. –Ven, vamos a ver qué más hay.

Caminaron juntos hasta las áreas de deporte, sitio que estaba vacío; después pasaron por un auditorio donde se desarrollaba una obra teatral, el sitio era impresionante. Hiro recordó las películas que le gustaba ver a tía Cass sobre historias de la Francia del siglo XVIII.

–Ya vámonos. No estoy seguro de querer seguir viendo más –Comentó Miguel mientras retomaban su camino por los pasillos.

–¿Estás seguro? –Hamada se asomó por una de las ventanas de una sala de música. Dentro, los alumnos parecían afinar sus instrumentos y calentar para la clase –Miguel –le llamó con un gesto de mano –Mira.

El niño de la máscara de CatrínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora