—¿Alex...? —me preguntó de pronto Solae, y me sobresalté—. ¿En serio esperas que crea que no sabías a lo que íbamos a jugar? —Me habló muy de cerca, para que no nos escucharan. Si es que su intención con ello era ponerme nervioso, pues sí que lo estaba consiguiendo.

Mientras tanto, el parcito ya había terminado de comerse, y ahora se giraba de nuevo la botella para elegir a la próxima pareja.

—Ya te dije que no sabía nada. Solo me senté aquí porque Trinidad nos lo pidió. —me defendí mientras observábamos cómo ahora la botella se detenía ante Amelia, quien sería la siguiente en lanzar. A pesar de ponerse roja como de costumbre, Ame no reclamó y sin pensarlo demasiado, giró la botella con decisión.

—Aún puedes retirarte. —me respondió Solae—. No es necesario que le hagas caso a Trini en todo lo que te pide.

—¿Entonces quieres que me retire? —le pregunté esta vez yo inclinándome hacia ella. Solae se quedó callada y desvió su atención hacia la botella que frenaba frente a otro de los chicos que no conocíamos y que tenía un piercing en la ceja. Me imaginé que Amelia debía estar decepcionada de que no fuera Joto a quién tendría que besar, pero al parecer el chico en cuestión resultó ser bastante convincente. Luego de que todo empezara con un tímido piquito de parte de ella, en menos de 5 segundos la acción escaló entre ambos, con piercing en la lengua incluido. Se escuchó un murmullo creciente de aprobación del que obviamente Joto no era partícipe en absoluto. Yo seguía esperando la respuesta de Solae, mientras iban transcurriendo los treinta segundos de su enredo de lenguas. Hasta yo me ruboricé un poco. —Quizás es mejor que me retire... —insistí.

—Haz lo que quieras. —me respondió, Solae—. No necesitas mi permiso.

La miré, suspicaz.

—Es solo que me extraña que tú también estés jugando cuando Anton aún no ha llegado. ¿No preferirías al menos que él estuviera presente? —la desafié y Solae frunció el ceño.

—No estarás sugiriendo que estoy jugando por ti, ¿verdad? —dijo mirándome fijo. No es que no lo hubiera pensado, pero que fuese ella quien lo mencionara de forma tan directa me pilló algo desprevenido.

—¿Si no estás aquí por mí, entonces por quién? —me atreví a rebatirle. Noté como Solae se ponía aún más nerviosa.

—Estoy acá por la misma razón que tú. —aclaró, mientras jugaba con su collar—. Solo porque Trini nos lo pidió.

De pronto una especie de ovación nos recordó volver la atención al juego. La botella, que sin darnos cuenta le había tocado ahora girar a Trinidad, estaba detenida justo entre nosotros dos.

Todos comenzaron a opinar sobre hacia qué lado creían verla más inclinada, pero con Solae coincidimos en que no apuntaba a ninguno de los dos en particular. Algunos proponíamos repetir el giro, pero Trinidad parecía tener su propia opinión al respecto. Sin un dejo de vacilación, se acercó a nosotros y se detuvo ante mí, sonriendo. Acto seguido, y al contrario de lo que me esperaba, se giró hacia Solae y sin más preámbulos, la besó.

Todos lanzamos un grito de sorpresa, mientras sentí mi temperatura ascender de golpe. Trinidad besaba a una perpleja Solae, quien al parecer aún no asimilaba qué era lo que estaba sucediendo y le respondía tímida y casi sin abrir la boca. Trinidad era claramente la que llevaba el control. Todos las animaban a continuar —especialmente el público masculino— mediante aplausos y vítores, pero justo cuando Solae por fin comenzaba a reaccionar, Trinidad la soltó.

—¡No completaron ni quince segundos! —se quejó Mica, quien manejaba el cronómetro en su móvil, pero Trinidad sonrió ignorando el reclamo.

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