Capítulo 1

39.2K 1.8K 137
                                    

Nota de autora: Mirada de ángel fue la primera historia que escribí, y además de pequeños cambios gramaticales, nunca ha sido editada. Hace un tiempo la envié a borradores, pero luego entendí que debía dejarla tal cual, como una muestra de mi recorrido por el mundo de la escritura :) Espero la disfruten <3

*

Sentí la suave brisa acariciando mi rostro mientras la arena se deslizaba entre mis dedos. Podía escuchar el sonido de las olas al encontrar la orilla y luego regresar a su cauce una y otra vez, de una manera constante y con un sonido que me proveía de paz. A lo lejos, podía escuchar un barco zumbando, probablemente acababa de atracar del puerto que se hallaba a mi derecha. Podía aspirar el aroma del mar frente a mí, reconocible a varios metros de distancia.

Pero no podía ver nada de aquello, sólo dibujar imágenes en mi mente.

Anhelaba ver el color exacto del mar y de la arena, anhelaba mirar cómo, poco a poco, el sol se escondía en el horizonte, dándole paso al anochecer.

Pero esa posibilidad me la habían arrebatado de mis manos once años atrás.

Con el tiempo, mis recuerdos de lo que logré ver, se habían vuelto borrosos, y había olvidado casi por completo la mayoría de los rostros de quienes conocía, perdiendose en las profundidades de mi mente. Cuando intentaba recordarlos, era como si una tela se interpusiera, imposibilitando hallar en mi memoria alguno de ellos.

La mano de Aaron tocó la mía, rozando con delicadeza mis nudillos

—Son cerca de las cinco y media de la tarde —dijo. Su voz se mezclaba con el sonido de las olas—. En estos momentos el sol se ha atenuado, y está a punto de esconderse en el horizonte. El mar hoy está bastante calmado, las olas no llegan hasta el límite, ya sabes, la parte de la arena que siempre permanece mojada a causa de su constante llegada. Hay una madre a punto de ponerse furiosa porque los niños no quieren salir del agua —mencionó, seguido de un risa queda—. Dos grandes barcos salen con carbón del puerto —se quedó unos momentos en silencio—. Y a nuestra izquierda hay una pareja que, al parecer, no sabe que éste es un lugar público. Créeme, no te estás perdiendo de gran cosa con ese par. Apuesto a que si te operaran y los vieras, querrías ser ciega nuevamente.

Lancé un suspiro a la nada.

—Ya sabes que estoy aquí para describirte cada cosa que quieras ver, preciosa. Siempre —y eso era algo que agradecía cada día de mi vida. El bastón me daba la posibilidad de caminar sin necesitar de ayuda, pero no era un parlante.

Sonreí.

—Por supuesto que lo sé. Es sólo que sería increíble verlo por mis propios ojos, y no tenerte como mi eterno esclavo.

—Oh, ¿pero qué cosas dices? —sonó casi ofendido—. Seré tu eterno esclavo, incluso cuando consigamos un donante.

Pude sentir como bajaban las comisuras de mis labios.

—Aaron, sabes que he estado en lista de espera por mucho tiempo —me cansaba un poco repetirlo una y otra vez—, no creo que consigan un donante apto ya. Lo que digo es que me gustaría ver, y me gustaría que tuvieras tu vida aparte de mí. Tienes diecisiete, has tenido una sola novia y eres virgen. Y apuesto a que estás bueno.

—Primero, no tienes que ventilar mi castidad a los cuatro vientos, tengo una reputación que mantener. Segundo, por supuesto que estoy bueno —dijo tras soltar una ligera carcajada—. Pero no es por ti que no tengo novia. Es sólo que ninguna está a mi altura —añadió con egocentrismo.

Casi pude imaginarlo levantando sus cejas y entornando los ojos. Por alguna razón, siempre que hablaba de ese modo lo hacia.

—En realidad, Kim, sólo he tenido una novia porque no tengo tiempo para eso.

Mirada de ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora