Oro desteñido

10 0 0
                                    


José María sabía que la medalla dorada que colgaba de su pecho poco iba a durar. Pero, la verdad, no podía importarle menos.

- 30 días, 45, quizás- pensó mientras los organizadores izaban la bandera de España y el público explotaba en aplausos.

-Si, antes, imposible que se supiera nada- se reafirmó.

Y, tranquilo ante dicha idea, el hasta entonces ilustre desconocido José María Alcorta se tomó un momento para saborear lo que estaba viviendo.

A un lado del podio, ligeramente más abajo y con cara de pocos amigos, estaba Joao Pedro Guillan, el mejor ciclista de América Latina y uno de los favoritos de las casas de apuestas. Aunque la tapara con sus manos en un gesto casi de vergüenza, una medalla color bronce se podía ver entre sus dedos.

Al otro, y con una expresión que mezclaba asombro, cansancio y decepción, el mismísimo Peter Hammer, bautizado años atrás como "el bólido dorado". Su ídolo. Y desde hoy, el segundo mejor de la historia, tal como atestiguaban esa enorme medalla de plata y el placard electrónico con la marca"New World Récord".

Si- se dijo a sí mismo susurrando-claro que valió la pena- y sus pensamientos se vieron interrumpidos por una potente voz en los altoparlantes, que repitió tres veces el mismo mensaje en inglés, francés y japonés.

- Señoras y señores, a continuación, el himno nacional de España en homenaje al nuevo campeón Olímpico de velocidad individual en pista, José María Alcorta. Acto seguido, las primeras estrofas comenzaron a sonar. Y José María no pudo evitar quebrarse.

Habían sido meses duros para Josema -tal como lo llamaban sus más íntimos-. Tantas dudas, tantos nervios, tantas discusiones. Y, sobre todo, tantos pinchazos. Los moretones que aún lucia en sus nalgas podían dar fe.

Pero las lágrimas que corrían por sus mejillas no eran de arrepentimiento. No. Eran de emoción.

¡Qué importaba que lo descubrieran! Parado en lo más alto del podio secó sus ojos, volvió a mirar a su alrededor, y sonrió. Había tocado la gloria y eso ya nadie se lo podía quitar.

Oro desteñidoWhere stories live. Discover now