capítulo 12

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Mackenzie llegó a casa poco después de las siete de la tarde, sabiendo de sobra que le podían llamar en cualquier momento. Había muchas avenidas abiertas ahora mismo, muchas pistas diferentes que potencialmente podrían requerir su atención. Podía sentir cómo su cuerpo se estaba cansando. No había dormido bien desde que visitó la primera escena del crimen y sabía que, si no se concedía tiempo de descanso, acabaría cometiendo errores chapuceros en el trabajo.

Cuando entró por la puerta, vio a Zack sentado en el sofá con el
mando de la Xbox en su mano. Había una botella de cerveza en la mesa de café delante suyo, y otras dos vacías colocadas en el suelo. Ella sabía que hoy había sido su día libre y asumió que así es como había decidido pasarlo. En su opinión, le hacía parecer un niño irresponsable y no era lo que quería ver al regresar a casa después de un día como el de hoy.

–Hola, cariño–. dijo Zack, sin apenas desviar su vista de la televisión.

–Hola–. dijo ella con sequedad, dirigiéndose a la cocina. Al ver la cerveza sobre la mesa de café, le entraron ganas de tomarse una, pero como se sentía genuinamente exhausta y estresada, decidió
tomarse una infusión de menta. Mientras esperaba a que la tetera hirviera el agua, Mackenzie entró al dormitorio y se cambió de ropa.

Se había saltado la cena y de repente se enfrentaba al hecho de que había muy poco que comer en casa. No había ido de compras al supermercado por algún tiempo y sabía más que de sobra que Zack no había pensado en hacerlo.

Cuando ya se había puesto unos pantalones cortos y una camiseta, salió de nuevo al oír el atractivo silbido de la tetera.
Mientras vertía el agua sobre la bolsa, oyó el sonido mudo de armas de fuego que llegaba del juego de Zack.

Curiosa y deseando al menos sacar a colación el tema para ver cómo respondía, fue incapaz de guardarse la frustración.

–¿Qué hiciste para cenar?– preguntó ella.

–No comí nada todavía–. dijo él, sin molestarse en desviar la mirada de la televisión. –¿Pensabas preparar algo?–.

Ella le miró a la nuca y, por un instante, se preguntó qué estaría haciendo Ellington. Dudaba que él estuviera pasando el tiempo con video juegos como un perdedor atrapado en su infancia.
Esperó un momento, dejando que se disipara su rabia, y entonces dio unos pasos hacia la sala de estar.

–No, no voy a preparar nada. ¿Qué has estado haciendo toda la
tarde?–.
Podía escuchar sus suspiros a través de las explosiones del juego. Zack detuvo el juego por un instante y por fin se dio la vuelta para mirarla.

–¿Y qué demonios se supone que significa eso?–.

–Solo era una pregunta–. dijo ella. –Te he preguntado que qué has estado haciendo esta tarde. Si no hubieras estado entretenido con tus jueguecitos, quizá podías haber hecho la cena. O al menos ir a por una pizza o algo así–.

–Lo siento–. dijo él, sarcásticamente y a todo volumen. –¿Cómo se supone que voy a saber cuándo vas a venir a casa? Nunca me comunicas esas cosas–.

–Bueno, llama y pregunta–. le replicó ella.

–¿Para qué diablos?– preguntó Zack, soltando el mando y poniéndose en pie. –Las pocas veces que me molesto en llamarte al trabajo, la llamada va directa a tu buzón de voz y nunca me llamas de vuelta–.

–Eso es porque estoy trabajando, Zack–.dijo ella.

–Yo también trabajo–. dijo él. –Me rompo el culo en esa maldita fábrica. No tienes ni idea de lo mucho que trabajo–.

–Sí que la tengo–. dijo ella. –Pero dime una cosa: ¿Cuándo fue la última vez que me viste simplemente sentada todo el día? Vengo a casa y por lo general me enfrento con tu ropa sucia por el suelo o con platos sucios en el fregadero. ¿Y sabes qué, Zack? Yo también trabajo mucho. Trabajo realmente duro y tengo que ver basura en mi día a día que te haría desmoronarte. No necesito venir a casa para ver a un niñito ocupado con sus video juegos y preguntándome qué hay para cenar–.

Antes de que MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora