1O | THE BATHROOM

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EL CUARTO DE BAÑO.

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—¿Qué diablos estás haciendo ahí dentro? —Carl golpeó la puerta por enésima vez en alrededor de dos minutos—

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—¿Qué diablos estás haciendo ahí dentro? —Carl golpeó la puerta por enésima vez en alrededor de dos minutos—. ¿Plantar un melocotonero?

Habían pasado alrededor de tres horas desde que Carl y yo nos comimos el bote de pudding y tiramos el bote vacío por el tejado. Tras eso, volvimos a la casa y comprobamos que Rick seguía desmayado en el sofá. Decidimos investigar la casa y fue así como averiguamos que uno de los dos baños de la vivienda todavía tenía agua. No solo fría, sino también caliente, incluso había unos pequeños botecitos de champú con olor a coco y un gel con un extraordinario olor a menta fresca.

Y como quien no corre vuela, aparté al castaño dándole un empujón y me encerré en el baño para darme una buena y larga ducha, una ducha que se estaba alargando más de tres cuartos de hora.

—¿Piensas agotar todo el agua caliente? —masculló mientras yo salía de la ducha tras lavarme el pelo por tercera vez—. ¿Sabes que no me da miedo abrir esa puerta y sacarte de la ducha?

—¿Y sabes que a mí no me da miedo cruzarte la cara si se te ocurre abrir esa puerta? —respondí enrollando una toalla en mi cuerpo y pasando la mano por el empañado espejo para poder ver mi rostro en la lámina de cristal.

Oí como Carl resoplaba y golpeaba la puerta con suavidad con sus dedos, provocando un repiqueteo con un ritmo singular.

Miré mi rostro en el espejo y solté un pequeño suspiro. Los restos de tierra que había salpicados por mi cara se habían corrido debido al agua, dejando ver una piel complemente limpia. Fruncí mis labios y me acerqué al espejo para mirar más de cerca mis ojos azules. Me separé de golpe y miré mi pelo, que ya empezaba a tornarse de su rubio natural conforme se iba secando poco a poco.

Abrí uno de los cajones y saqué unas tijeras y un peine. Miré los instrumentos y después miré mi reflejo.

Me encogí de hombros y comencé a cortar grandes mechones que caían hacia la encimera del lavabo. Paré cuando mi pelo llegaba algo más arriba de mis hombros, bastante orgullosa de mi trabajo como peluquera.

—¡Hela Williams sal del condenado cuarto de baño! —exclamó Carl, tratando de no perder la paciencia—. ¡Huelo a muerto, necesito ducharme! Te recuerdo que me han caído tres de ellos encima.

Terminé de abrocharme una camisa de cuadros que encontré en uno de los armarios de la casa y quité el pestillo de la puerta. Giré el pomo y abrí la puerta de golpe, provocando que el castaño se tambaleara hacia delante y que segundos después se comiera el suelo, literalmente.

Dinastía │ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora