Capítulo 2

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Miguel contaba con mucho carisma, Hiro lo notó apenas verlo con su sonrisa tatuada en el rostro y sus grandes ojos brillantes. Si estaba nervioso nadie lo había percibido. Wasabi y Fred, incluso Gogo sonrieron ante la presencia del niño. Cargaba en su espalda con un estuche negro de guitarra.

-¿Qué hay amigo, yo soy Fred, el alma de la fiesta. Si quieres dar el roll nada más avísame...

-Yo soy Gogo -interrumpió la coreana -El grandote que ves ahí es Wasabi. -Prosiguió después de que el mexicano y el recién nombrado se lanzaran un saludo -Y el chiquitín de allá es Hiro.

-Hola -Saludó el genio notando sorpresa en Miguel, poco después el gesto se convirtió en una gran sonrisa que lo confundió. -¡Hola...! -le contestó emocionado dando saltitos como cuando un niño no soporta la tentación de salir a jugar.

-Pero siéntense, ¿ya comieron? -Wasabi hizo espacio en la mesa, era un desorden entre platos, vasos sucios, basura orgánica y papeles. Fred y Hiro terminaron ayudándole al moreno.

Miguel no perdió tiempo y tomó asiento frente a Hiro a quien observaba insistentemente con una sonrisa amigable. El genio no podía esconder su desconcierto, era como si con aquella mirada de grandes y brillantes ojos bicolor y aquella sonrisa divertida, el niño quisiera comunicarse con él. Hiro se preguntaba si acaso se trataba de alguna especie de código que el genio ignoraba al no relacionarse con personas de la edad de Miguel.

-¿Y qué te trae por acá, campeón, además del avión?... obviamente -Cuestionó Fred obteniendo la atención de Miguel.

-Vacaciones, mi mamá dijo que estaba bien si pasaba un tiempo con mi tía en San Fransokyo, así que me vine -alzó los hombros quitándole importancia.

-¿Entonces están de vacaciones en México en este momento? ¿Cuánto tiempo te quedarás con nosotros?

-Te quedarás todas las vacaciones ¿verdad Miguel? -Sonrió Honey ante la pregunta de Wasabi -Tengo toda una lista de actividades que podemos hacer -Sacó de su bolso amarillo un acordeón hecho con papel color rosa bastante largo a consideración de Hiro, en él estaban escritas actividades enumeradas que iban desde dar un paseo por el parque hasta tirarse en paracaídas y nadar con tiburones. El genio dudó que se le permitiera a Miguel llevar a cabo esas funciones, si con batalla le permitirían subir a una montaña rusa.

-Sí, me quedaré tres semanas.

-¡Genial! Eso da tiempo para hacer muchas cosas. -Fred se emocionó al imaginarlo poniéndole su "botarga" de súper héroe y enseñándole a usarla. Dejaría que fuera un súper héroe por un día.

-¿Esa guitarra es tuya? -Preguntó Gogo antes de hacer tronar una bomba de chicle tutifruti, señalando el estuche que se mantenía apoyado sobre una de las sillas.

-Sí, me la traje para practicar y por si me aburría -La tomó en vertical entre sus piernas y comenzó a deslizar el cierre de la funda para revelar el instrumento.

Hiro recordó de pronto la guitarra blanca con decoraciones que cargaba el niño del callejón y el ritmo de su corazón se aceleró brevemente ante la ridícula idea de que al ser descubierta, la guitarra resultara ser la misma y por ende Miguel... no, eso sería absurdo, no había ninguna razón para pensar que así era, simplemente le vino a la mente porque los dos eran niños y ambos cargaban con una guitarra, además tal vez por la complexión, pero seguramente en estos momentos cualquier adolescente resultaría sospechoso para los delirios de Hiro. Sin embargo, el detective que vivía en él no podía apartar la vista de aquella funda que parecía abrirse con una lentitud tortuosa.

Finalmente el instrumento se reveló ante todos y "esa" parte de Hiro se decepcionó al ver una guitarra color caoba bellamente barnizada. "Que linda" "¿La llevas a todos lados?" "Sería genial escucharte tocarla" Eran frases que sacaron a Hiro de sus pensamientos.

El niño de la máscara de CatrínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora