V. Greenforce

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En la enorme ciudad de Braern, concretamente en el edificio más alto e imponente del lugar, se asomaba por la gran ventana acristalada el líder del gobierno Greenforce

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En la enorme ciudad de Braern, concretamente en el edificio más alto e imponente del lugar, se asomaba por la gran ventana acristalada el líder del gobierno Greenforce. Mientras observaba con sus lentillas de contacto, previstas de un zoom especial, a los peatones que caminaban por la calle, su mano derecha se acercó a su lado con una sensación de inseguridad y miedo en el cuerpo, aunque tratara de ocultarlo en su rostro bajo una expresión seria.

Elya conocía perfectamente a su líder, amaba tenerlo todo bajo control. Pero hacía unos días había sucedido algo con lo que no contaban y había dejado al consejo completamente en shock.

Habían intentado solucionarlo por su cuenta pero no les había dado buen resultado, con lo cual ahora le tocaba cargar con el mea culpa y presentarse en la oficina de su jefe, consciente de la gran regañina que se iba a llevar, eso si era benevolente y no optaba por castigarla, como hizo con su madre.

Sin saber muy bien cómo empezar, sus dedos comenzaron a juguetear con las mangas de su nívea bata y no pudo evitar llevarse la lengua a sus labios, humedeciéndolos con delicadeza. Le resultaba una situación muy incómoda, no se la deseaba a nadie.

Justo cuando iba a suspirar profundamente para armarse de valor y hablar, su líder se giró, mirándola fijamente con extrañeza, sin entender nada, no era propio de ella llegar sin avisar y mucho menos quedarse a su lado inmóvil, como si fuera una estatua.

—¿Qué sucede? Odio los silencios sepulcrales, detrás de ellos siempre viene alguna noticia negativa.

—Verás...es que...

El líder de Greenforce se masajeó las sienes con fuerza, apretando los pliegues de su frente con tanta intensidad que por unos segundos le quedó la marca de sus dedos. Odiaba los titubeos, odiaba la debilidad de las personas, y más aún, odiaba que su mano derecha sintiera inseguridad, sobre todo porque se trataba de su hija. Aunque eso no importaba cuando pisaban la zona de trabajo, ahí solo era Elya Hakwdon, una mujer especializada en el ámbito de la bioquímica. La única a la que permitía asistir a las reuniones del Consejo.

—Al grano, Elya, por favor.

—Hace cinco días, recibimos una señal eléctrica intensa por el aparato rastreador. Al parecer el portal situado en la zona oeste de Braern se desplazó tres kilómetros a la derecha. Cuando llegamos hasta allí, ya no había ningún rastro del portal, el rastreador no identificaba ninguna señal y se había apagado, pero... un grupo de investigadores barrieron la zona y...

—¿Y? —la apuró su líder.

—No había ningún cuerpo, lo hemos perdido. Parece que ha... —respondió retrocediendo unos pasos al ver como su padre comenzaba a ponerse rojo—, desaparecido.

—¡¿Qué?! —bramó él, dando un golpe en la mesa que tenía al lado, haciendo vibrar los cuadros y papeles que tenía a su alrededor.

—Yo...yo lo-lo siento.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora