clavaron los ojos en la tenebrosa cortina de agua que rodeaba la colina. Al otro lado de aquélla vieron muchas siluetas que se acercaban con rapidez. De repente se detuvieron, y tanto ellas como Moctezuma y los suyos permanecieron quietos, en silencio. Entonces, con un sonido casi enmudecido por los truenos y el aguacero, muchas saetas surgieron de la penumbra y derribaron a una docena de yaoquizquin y otros guerreros de mayor rango. - ¡Emboscada!- gritó un Caballero Jaguar, y antes de que volvieran a atacar bajaron la colina a toda velocidad. Más tarde también se les unirían los guerreros del bosque, pero después de un rato considerable, pues tuvieron que aventar las jabalinas con sus bastones atlatin más de una vez ya que bastantes texcaltecame corrían despavoridos como si acabasen de ver a la Mujer Llorona Chicociuatl. Lentamente, la tormenta iba apaciguándose y pronto los dulces rayos de Tonatiuh ocuparían su lugar. En la batalla, un joven iyac llamado Itzqiahuitl luchaba con valentía decapitando a diestra y siniestra con certeros golpes de su espada maquahuitl, pero de pronto, sin saber por qué, cayó a la hierba húmeda. Uno de los acuchilladores mexica, creyendo que agonizaba, se le acercó para acabar con su sufrimiento. Pero antes de que llegara el iyac se dio la vuelta hacia él, sin tener conciencia plena de lo que estaba pasando, y con los ojos casi fuera de sus órbitas, murmuró algo: Atl-Ameyatl. Aquello no disuadió al acuchillador, que siguió caminando hacia él; sin embargo nada pudo hacer, porque una flecha perdida fue a parar súbitamente a su pecho, y cayó muerto a escasos metros de Itzqiahuitl. Éste continuó tumbado en el suelo, turbado en su pensamiento, y con el corazón latiéndole violentamente, pero al menos en esa posición se veía libre de las maquahuime y las otras armas texcalteca. Al cabo de un rato, su garganta lanzó un grito que repetía lo mismo que antes, pero apenas fue audible en medio del tumulto de la batalla. Afortunadamente, dos acuchilladores lo advirtieron y acudiendo al lugar de donde venía, vieron al joven iyac aún con vida. Llamaron a un ticitl, y éste ordenó que lo llevaran fuera del combate, a un árbol que había cerca. - No tiene heridas graves, pero está como xolopitli- informó uno de los acuchilladores. El ticitl, Cipactli, observó a Itzqiahuitl durante un momento y luego preguntó: - ¿Cuál es tu nombre y tu rango, joven guerrero? - Ss...soy el iyac Ll...Lluvia de Obsidiana. - ¿Y de dónde eres, Itzqiahuitl? Éste tragó saliva con dificultad y contestó:

- De Iztapfff...Iztapalapan, Señor, soy de Iztapalapan. Hubo un silencio y luego el ticitl prosiguió: - ¿Qué te ha ocurrido?¿Por qué caíste en la pelea? De nuevo silencio. - Porque he recordado algo doloroso que no hace mucho tiempo me pasó, y de tanta tristeza como he sentido mis facultades...no sé, se han nublado. Cipactli y los acuchilladores intercambiaron miradas y luego aquél volvió a preguntar: - ¿Qué clase de recuerdo es ése? Itzqiahuitl le clavó una mirada de hielo. Si se descubría que había sido negligente en la batalla por culpa de una mujer, aunque sólo hubiera sido por el mero hecho de añorarla, estaría perdido. - Mi padre murió ahogado hace cuatro meses en el Lago, al volcar su acali. Sólo ere cazador de aves, pero era honrado y lo amaba. Y ahora ya no está a mi lado. Cipactli asintió ligeramente, sin mostrar recelo ni absoluta credulidad. Uno de los acuchilladores, que se habían mantenido en respetuoso silencio durante el interrogatorio, dijo con timidez: - Disculpa, Cipactli, se nos ha olvidado mencionarte algo. El grito que oímos y que nos condujo hasta él decía “Fuente de no sé qué”. El ticitl le miró con contrariedad y después con ojos inquisidores a Itzqiahuitl y dijo: - Joven iyac, ¿ése era el nombre de tu padre? - Sí, así se llamaba. Beso la tierra para jurarlo, y la besaría mil veces si fuese necesario. - Adelante- convino Cipactli secamente. Itzqiahuitl se inclinó y tocando la hierba con un dedo se llevó éste a los labios. Pero antes de que los tocara, se detuvo, y tras un momento de permanecer inmóvil levantó la cabeza y exclamó: - ¡No, mi padre se llamaba Tototl!¡Tototl! - Entonces, ¿quién es Ameyatl?- inquirió el ticitl con impaciencia. - La joven con la que me iba a casar poco antes de que el Huey Tlatoani anunciara esta nueva campaña. Cipactli no dijo nada al respecto. Se mantuvo en silencio, y luego, después de echar un rápido vistazo al combate, pidió a los acuchilladores que se fueran. Entonces comenzó a hablar: - Sé que esto va a ser duro para ti, pero debes saberlo. El día antes de partir, una esclava llegó a Moyotlan con la nueva de que su señora Ameyatl acababa de morir a causa de un trágico accidente que no quiso revelar. Decía que debía hablar con el prometido de ella, es decir tú, pero no se te quiso informar porque a esa hora los guerreros estabais entrenando. Lo siento de veras. Itzqiahuitl lo miró confundido, tanto que se le olvidó pedirle que hiciera el

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2010 ⏰

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