I

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El maestro pasó mi nombre mientras yo desesperada buscaba el trabajo en la mochila, no lo encontraba, recordé todo lo que había hecho el día anterior, lo último que recordaba era que lo había dejado en la mesa de noche y me había ido a dormir, fue entonces cuando caí en cuenta que lo había dejado ahí.

Corrí a hablar con el maestro, y esperaba que mis antecedentes académicos jugaran a mi favor, era muy buena estudiante, y nunca faltaba a clases, ponía atención y participaba, además de que los profesores casi siempre accedían cuando a alguien se le olvidaba un trabajo, así que tenía mucha esperanza.

—Profe—le dije mientras caminaba al escritorio—¿me da permiso de entregárselo mañana? Es que se me olvido meterlo en la mochila—le sonreí nerviosa, tenía bastante pena, y lo único que pensaba era en lo torpe que era por haber dejado el proyecto final en la mesa, entonces mi esperanza cayó.

Se me quedó viendo con una expresión dura, sus lentes cubrían levemente su entrecejo poblado, y regresó a los apuntes que estaba realizando, puse mis manos en el escritorio tratando de llamar su atención.

—Tiene exactamente una hora para entregarme su proyecto—su voz sonó más grave de lo normal— no sé cómo le hará, pero es el cuarenta y cinco por ciento de su calificación y le quedan cincuenta y nueve minutos, así que le sugiero que se apure—en ese momento salí disparada de la clase.

Mientras caminaba pensé en llamarle a mis padres, pero sabía que me regañarían, así que en mi cabeza empezaron a pasar diferentes opciones, necesitaba a alguien con un vehículo rápido, un auto de carreras o una moto, había visto a varios chicos de la universidad llegar en motocicleta, pero no les hablaba, mis niveles de estrés estaban demasiado elevados y empecé a calcular la distancia y tiempo que me llevaría llegar a la casa y regresar.

Justo cuando pensaba que iba a reprobar la materia, un chico se cruzó en mi campo de visión, su cabello castaño estaba ligeramente largo, cubría sus orejas sin llegar a sus hombros, llevaba una mochila negra en su espalda que combinaba bien con su playera azul marino. Necesitaba salir ahora mismo de ahí, pero mis pies no me obedecían y caminaban directo a él, mis ojos no podían creer lo que veían y en menos de un minuto estaba enfrente de él, sonreí nerviosamente.

—Hola—le dije, y esa era una de las razones por las que no les hablaba a los chicos que me parecían guapos, me quedaba sin aliento y me daba miedo el rechazo, pero algo raro le pasaba a este chico.

>> Tienes moto —afirmé y apunté su casco.

Al oírme volteó sonrió ligeramente, sus ojos se hicieron chiquitos y me pareció un hombre muy guapo, de repente mi mente regresó a lo que me urgía, mi tarea.

—¿Y tú eres?

—Bautista, Alma Bautista—traté de hacer una imitación del detective más famoso, pero salió una mala imitación y me sonrojé, extendí la mano, el extendió la suya y nos saludamos

—Embry, Eros Embry—dijo siguiendo mi juego mientras estrechaba mi mano—y sí, tengo una moto ¿para qué la quieres?

—Ir a mi casa y regresar en menos de—revisé mi celular para ver la hora, quedaban cuarenta minutos—cuarenta minutos—dije casi gritando.

—¿Está muy lejos? —preguntó y empezó a caminar, lo seguí y me percaté de que caminábamos en dirección al estacionamiento.

—No mucho—le dije mientras atravesábamos la escuela completa.

Llegamos al estacionamiento, no había muchas motos, alrededor de unas veinte y una en particular que llamó mi atención, era una moto deportiva roja estaba preciosa, Eros le puso la llave, se subió en ella, y se puso el caso.

El Dios del Amor | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora