dulce

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Simplemente cerró los ojos, pero aún así el mareo que sentía no se desvaneció. Aquel sitio era demasiado incómodo, claustrofóbico. Cada vez que viajaba en aquel dichoso transporte público, o conocido también como ferrocarril, nunca se acostumbraba. El calor, el olor y el ruido, eran amargos como el café.

Esperó impacientemente, mientras le quedaban aún dos paradas por llegar. No escuchó la voz del megáfono a causa de llevar los cascos puestos, pero se levantó sabiendo cual era su destino.

Rompiéndose a pedazos #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora