14. Abajo mis fortalezas

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Capitulo 14

Abajo mis fortalezas

Lía

¿Qué diablos había sido eso? Me besé por primera vez con un chico de la manera más caliente posible y dejé que sus manos me recorrieran. Lo peor del caso era que ese chico era uno de los más mujeriegos de toda la escuela y tenía como oficial a la más puta y detestable. ¿Por qué no pudo ser Jack? No, mi primer caliente y más mojado beso tuvo que ser con Robín Hills. Por mi cabeza nunca pasó que aquello podría ocurrir. Pensé que quería hablar sobre Roth, aunque la forma en que se inclinó hacia mí en mi casillero debió darme un indicio.

—Lía, ¿te encuentras bien?

Me puse recta al escuchar la voz de Jack. No sabía si girarme hacia él sería la mejor de las ideas. Sabía que mi labio inferior se hallaba rojo e hinchado. El maldito Robín no dejó de succionarlo y morderlo. Uff, pensar eso mandó un electrochoque a mi entrepierna.

—Bien —contesté cortante y corrí en dirección contraria a la suya.

Me sentí atontada cuando llegué al parqueo de la escuela. Me sujeté a la manija de la puerta antes de al fin abrirla y subirme al coche. Me sentía tan desconcertada que todo lo veía borroso. Aún no podía creer que había permitido que eso pasara. Todas las advertencias estuvieron frente a mis narices y las ignoré. Quizá mañana, y como castigo por mi grave error, circularía un par de fotos por toda la escuela. Ya me imaginaba el encabezado: "Cerda caliente y asquerosa". Sí, estaba acabada por completo.

El camino a casa pareció eterno, puesto que tuve que detenerme un par de veces cuando todo el hecho me arañó con fuerza el interior. No pude evitar el vómito y las lágrimas mojaron mi rostro cuando comenzaron a salir sin querer detenerse. Había metido la pata hasta el fondo y sabía que pagaría muy caro por ello. La poca paz que tuve en el último semestre se había ido por el caño.

—¡Estoy en...! —Alcé la voz como lo hacía siempre al llegar a casa, pero la sentí seca y rasposa y callé.

Gracias a Dios Lucy no se dio cuenta de mi abrupto silencio y contestó con el mismo entusiasmo de siempre.

—¡Hola, Li! —la escuché vociferar desde la sala de descanso—. Tu merienda está en la nevera.

Supuse que dije algo en afirmación, pero no recordaba haberlo pronunciado, lo que sí recordaba vívidamente eran las manos de Robín sobre mi cuerpo y su boca devorando la mía con urgencia, como si en ello se le fuera la maldita vida, cosa que yo correspondí con la misma intensidad, por lo que me odiaba en este preciso momento.

Traté de cerrar la puerta de mi habitación sin estrellarla y me lancé sobre la cama para ahogar mis sollozos con la almohada. Me sentía como basura de alcantarilla porque Robín Hills solo tenía un propósito con lo que había hecho hoy, el cual era joderme la vida por completo. En algún instante, cuando mis fuerzas regresaran, cuando pudiera verlo a la cara de nuevo, lo felicitaría, pues el muy cabrón me robó todo.

Él había derrumbado la poca fortaleza que tenía.  

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora