CAPÍTULO VI: Segundo tiempo

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En la mesa tan pulcra, llena de ensaladas, aperitivos, vajilla de calidad y personas hermosas, se encontraba un Omega fastidiado.

Reo Mibuchi estaba algo molesto, no era ninguna sorpresa que los anfitriones no lo quisieran en la cena precisamente. Él tampoco quería estar ahí, pero su padre no quiso desaprovechar la oportunidad al ser colaborador del padre de Ryota.

Sus padres simplemente habían decidido mandarlo "en representación" suya, y lo peor, que de compañía y protección estaba ese Alfa a quien detestaba, personalmente, se le hacía una persona sin modales: Eikichi Nebuya.

Desde que llegaron hasta ese momento, en el que se estaba sirviendo el plato fuerte, no había dejado de estar a sus espaldas como un «buen perro guardián». Pero estaba exagerando quizás más de la cuenta, tampoco era como si todos los Alfas de ahí se lo quisieran tirar, mucho menos que él se dejara. Pero Nebuya miraba prácticamente con furia a todo ser que tuviera pene y que quisiera acercarse al Omega de clase II.

Si eso seguía así, ¡¿a qué carajos había ido entonces?! Obviamente no a comer... bueno, no como prioridad.

Se excusó y, tal como supuso, el moreno lo empezó a seguir. Con formalidad pidió permiso para usar el baño, pero al estar ocupado, la anfitriona le ofreció el del piso de arriba. Así era mejor para lo que tenía en mente.

Subió con parsimonia, cuidando que sus movimientos tuvieran gracia y perfección, justo como debía ser.

Poco antes de entrar al baño, se dio media vuelta con una cara que daba miedo— ¿Puedes, por favor, dejar de estar detrás de mí con esa cara tan poco amena? Estás alejando a posibles prospectos.

El Alfa se quedó en silencio unos segundos, pero no los suficientes como para poder ocultar su enojo. Frunció el ceño— ¿Prospectos? —preguntó con desdén— Sus padres me pidieron cuidarlo de peligros, y aquí eso es lo único que veo —se cruzó de brazos como zanjando el asunto.

Reo no se lo tomó tan bien— Entonces, de petición lo cambiaré a orden: mantente a unos diez metros lejos de mí, cuídame a la distancia y si algo me molesta, te lo haré saber —declaró acercándose al Alfa sin miedo.

Pero lo que el más alto hizo lo descolocó, pues empezó a aspirar su aroma aprovechando esa cercanía que había permitido por descuido— Mibuchi... —dijo—, déjeme protegerlo —se acercó aún más a él, arrinconándolo en la pared. Esforzándose por cubrir con su aroma al Omega, pero sin ser demasiado obvio.

No podía evitarlo.

Si estaba con ese humor era porque le habían pedido la tarea más difícil de todas: acompañar a Reo a una cena de presentación. A una maldita cena donde medio mundo serían Alfas y contados Omegas.

Se suponía que Reo ya era suyo... ¿cierto?

—Aléjate —demandó tranquilamente Mibuchi, aunque por dentro estaba demasiado nervioso. Si un Alfa se ponía territorial, sería difícil calmarlo—. Sé que tu instinto te lo pide a gritos porque te lo ordenaron, pero aléjate. Solo vienes a asegurarte que nadie me haga daño —pero el Alfa parecía no querer ceder.

—¿No se supone que ya eres mío? —preguntó a punto de hacer contacto con el otro.

Mibuchi se sonrojó al recordar a qué se refería su sirviente. Su más penoso error, uno que ninguno de sus padres sabía, solo otra sirvienta que fue quien los detuvo. De lo contrario...

—No confundas las cosas, sirviente —espetó ejerciendo presión en el más grande para que se quitara de una maldita vez. No soportaba su olor, no toleraba que tuviera la osadía de hacer y decirle esas cosas.

Medios Tonos (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora