Capítulo 8: El Poema

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—¿Le vas a decir?—pregunté asustado.

—Se lo vas a contar tú—espetó. Al menos si se lo contaba yo podría darle mi versión de los hechos—Ya tienes casi dieciocho años, no puedes seguir portándote así...—Mi oído se apagó apenas Natalie comenzó a hablar de que ya casi era mayor de edad y bla bla bla. Mi vista se fijó en el escritorio y comencé a pensar en su contenido. Apuesto a que ahí deben estar los expedientes del caso Ivar Erikson. Ese escritorio era una tentación, sentía que ese caso me pertenecía y no soportaba que alguien más se estuviese haciendo cargo de él—¿Me entendiste?

—¿Eh?...sí, sí—me apresuré a responder y aparté rápidamente la vista del escritorio.

Natalie miró su reloj y maldijo en silencio.

—Por retarte se me está haciendo tarde para mi reunión con la Junta Directiva—se quejó—¡Vamos!—me hizo señas para que me levantara del sillón.

Salí junto con Natalie de la oficina, jamás me dejaría quedarme allí, así que entré al elevador con ella. Nos bajamos en la planta baja, sólo que ella se desvió hacia un pasillo y yo esperé a perderla de vista. Otra vez volví a subirme al ascensor y marqué el número del piso de la oficina de Natalie. Apenas llegué ahí, la secretaria soltó un bufido al verme llegar.

—Olvidé mi teléfono—le dije a la secretaria.

—Entra rápido—gruñó.

Me adentré a la oficina y cerré la puerta. Ataqué el escritorio de Natalie y comencé a revisar papeles. No había nada allí sobre lo que buscaba. Se me ocurrió revisar los cajones, los cuales Natalie mantenía bajo llave. Agarré la lámpara que estaba sobre el escritorio y la levanté para despegarle la llave que estaba debajo de ella. Ser observador me facilitaba muchas cosas. Usé la llave para abrir el cajón y allí encontré el expediente que buscaba. Lo saqué del cajón y lo hojeé. Mi dibujo estaba allí, también había una foto de las pastillas de éxtasis y otras drogas como la metanfetamina que Erikson producía. En una de las páginas pude leer que el encargado del análisis de la droga era Patrick Lee, mi padre. Otra de las páginas nombraba al camello que desapareció, Robert Shelby y su informe. Aún no habían encontrado el cuerpo, sólo decía que un testigo—yo—vio que lo habían matado. Parecía una burla este expediente. Pero algo sí que me dejó impactado, un chico de veinte años, Martin Holt, ahora mismo se encontraba internado en coma por consumir una pastilla de éxtasis que aparentemente compró a las serpientes. Según lo que leo, están tratando de averiguar qué contenía la pastilla que compró. La droga principal de éxtasis es el MDMA, pero a veces suelen contener anfetaminas como el PMA o Dr. Muerte, que suele ser confundido con éxtasis, o sustancias parecidas al MDMA. Por lo tanto, la mayoría de las veces, quien consume el éxtasis no conoce las sustancias que lo componen. Lo más posible que le haya pasado a este chico es que su cuerpo no haya aceptado la pastilla, que hubiera tenido una sobredosis o algún golpe de calor. Además, es muy posible que este chico haya mezclado la droga con alcohol y el resultado fue mortal. Luego vi la lista de sospechosos, era bastante grande, Jordi, el camello que me ayudó, estaba ahí. Era uno de los principales ya que se lo conoce como vendedor habitual de Amadeus. Los demás sospechosos eran todos camellos o gente a la que aparentemente Shelby le debía dinero. No había más información que esa. Al parecer, el grupo de genios aún no sabe que eran cuatro serpientes, que Ivar Erikson es una persona y que usan vestimentas distintivas. Tenía ventaja sobre ellos, yo tenía la pastilla de éxtasis, ellos no. Aunque ahora que había leído estos expedientes no estaba tan seguro de qué era lo que debía hacer con la pastilla.

Cerré los expedientes y los volví a guardar en el cajón, cerrando con llave. Al levantarme del suelo, me apoyé en el escritorio y me encontré con una foto de Natalie y un hombre al que no conocía cuando eran más jóvenes. Natalie era hermosa de joven, lo seguía siendo con el pasar de los años, era como si la vejez no le llegara nunca. En el mismo marco de la foto había un diminuto sobre, miré hacia la puerta, no sentía a la secretaria. Ese sobre siempre estaba reposando en esa foto y nunca tuve la oportunidad de saber que era. Finalmente, la curiosidad me ganó y agarré el sobre. "Benji Crawford y Natalie Humphrey, 1985" Será ese "amor de su juventud" del que Natalie siempre habla.

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