Capítulo 4

2.5K 224 154
                                    

«Todo esto te pasa por estúpida, Lucy

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Todo esto te pasa por estúpida, Lucy. Por seguir las locuras de Esmeralda, ¿qué demonios harás ahora?» El aire escapó de mi boca, de inmediato sentí como mis sentimientos se agrupaban y entre ellos se abría paso el pánico, la impotencia, el sentimiento de estar en deuda y el desprecio. Porque juro que lo despreciaba.

—¿Por qué yo? —pregunté contrariada asustada, así como, enojada pues sabía que se estaba aprovechando del favor que le debía. Sombra se encogió de hombros, en un gesto desdeñoso.

—Ya te lo dije, me debes un favor y este es el momento de cobrármelo. Entonces, ¿nos vemos este sábado por la tarde para que te explique todo? —En ese momento, sentí como mi corazón pegaba un vuelco, así como, mi consciencia me decía que no podía jugar con ellos, que eran gente peligrosa, pero, ¿aceptar correr con él? Eso era una locura, una locura que me veía obligada a aceptar, sin embargo, me negaba a hacerlo.

—Yo... no creo ser la más indicada... tal vez Esmeralda... —dije. Sombra negó con la cabeza.

—Tú no estás en posición de sugerir nada —dijo con pedantería. Entrecerré los ojos e hice mis manos puños a la altura de mi cadera.

—Exactamente, así como, no estoy obligada a aceptar correr contigo. —Giré sobre mis pies y avancé de regreso al colegio, pero había avanzado solo unos metros cuando lo escuché hablar.

—No tienes opción, mañana vendré de nuevo y espero que me tengas una respuesta. Adiós, Lucerito.

« ¡Lucerito las pelotas!», pensé, tratando de mantener a raya ese tumulto de sentimientos que el simple hecho de verlo me generaba, frustración, deseos de salir huyendo, de golpearlo en la cara y algo más denso y que me iba a costar mucho admitir, atracción, pura y tirante.

Entré al colegio, segundos después de verlos perderse en la avenida. ¡Diablos! Me sentía furiosa. Caminé directo a donde estaba Esmeralda escondida, sin molestarme en ocultar mi estado iracundo, ¡todo era su culpa! Llegué hasta ella, mi cara seguramente estaba roja de la ira. Mi amiga tan pronto me vio, cuestionó si ya se habían ido, sin prestar atención a que, en ese momento, a su mejor amiga le habían dando su sentencia de muerte. Asentí con la cabeza, mis labios formaban una delgada y limpia línea. Se levantó y entonces fue cuando notó mi expresión.

—¿Qué pasó?, ¿qué te dijeron? —cuestionó, mirándome inquisidora. Cerré los ojos e inhalé y exhalé aire, tratando de pensar con claridad, de no hacer una rabieta con el afán de desquitar toda mi frustración con ella, pues debía entender que ella no tenía nada que ver con esa propuesta, que era mi mejor amiga y la quería—. Lu, ¿qué sucedió?, ¿por qué traes esa cara?, ¿no te creyeron, cierto?

—Les dije que no estabas y me creyeron... —Comencé a decir—... bueno, al principio ese amiguito de Alex no parecía creerme, pero al final lo hicieron o no sé, pero ese no es el punto —siseé, las emociones comenzaban a embargarme, el enojo se abrió paso entre el poco autocontrol que poseía.

Contigo, nada más © [Pronto en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora