Capítulo 10: Los residuos del tiempo

35.7K 4.1K 1K
                                    

Había pocas cosas más detestables que los residuos de la magia en uno, que mi cuerpo se estuviera quejando por la experiencia vivida tampoco ayudaba para nada. No tenía fuerza alguna, no podía hacer nada más que mirar al magister de pie tranquilamente a mi lado. Oh, genial. ¿Del uno al diez qué tan jodida tenía que ser la situación para involucrar al magister? Giré la cabeza solo para ver a mi despertador marcar las cinco de la tarde. ¿Cómo demonios esa cosa se las arreglaba para siempre estar entero y arruinar mi vida cada mañana?

El magister sonrió como si conociera mis pensamientos, si el sujeto era capaz de leer mentes sinceramente no me hubiera sorprendido. Él me ayudó a sentarme y acomodó los almohadones detrás de mí. Quería protestar y decirle que no era una miserable inválida pero apenas era capaz de mantener los ojos abiertos y mi garganta no se sentía como si estuviera de humor para permitirme hablar. No había mancha alguna en mi ropa que delatara lo que había sucedido por más que aún podía saborear la sangre en mi boca. Por supuesto, mis manos estaban de nuevo enguantadas. ¿Qué demonios importaba que me hubiera ahogado cuando había exhibido descaradamente mis dedos?

—Intenta no esforzarte demasiado, aún tienes que recuperar todas tus fuerzas.

¿En serio? No era como si no me sintiera más patética que una muñeca de trapo. ¿Además él tenía que remarcarlo? Solo quería acurrucarme y pretender que nada había sucedido, maldecir un poco por la oportunidad perdida. Recordaba el perfecto peso del estoque en mi mano. ¿Dónde estaba Holland? Si ella estuviera aquí todo sería mucho más fácil. ¿Por qué cambiaformas tenían que morir de ese modo para hacerme daño? Quería romper algo, o asesinar al culpable, pero en este estado no pude hacer nada más que aceptar la infusión que el magister dejó en mis manos.

La miré con desconfianza e hice una mueca al olfatear el oscuro líquido. Regla n°28: nunca beber sin más cualquier líquido que un brujo te entregara. ¿Y por qué tenía que parecer violeta? Sabía que ellos no asociaban cosas con distintos colores como nosotros pero el hecho que me diera algo del color de la muerte no ayudaba a mi desconfianza en absoluto.

—Bebe un poco, te hará sentir mejor.

Lo miré dudándolo seriamente y apenas me atreví a beber un sorbo antes de dejar la taza sobre la mesa de noche, quería creer que el magister no intentaría envenenarme de un modo tan evidente al menos. Mi garganta se sintió mejor al tragar el suave líquido, incluso mi cuerpo se relajó un poco. No, me negaba a reconocer que esa endemoniada infusión había hecho bien alguno. El magister suspiró y puso suavemente una mano sobre mi frente. ¿En serio? ¿Podía sentir mi temperatura con guantes?

—Tu temperatura es demasiado baja —dijo él.

—Es solo mi cuerpo delatando que soy una perra desalmada porque no tengo la fuerza para mostrar lo contrario —respondí y él suspiró antes de sonreír.

—Supongo que eso significa que estás bien después de todo.

—El odio de todas las personas que he molestado en mi vida me da fuerzas para seguir.

—Esto es serio Nina, nunca antes te había sucedido algo así. Ni siquiera cuando eras una niña la más dolorosa de las muertes lograba dejarte fuera de combate.

—Sí, bueno, afortunadamente cuando era una niña ningún psicópata andaba metiendo objetos de plata en las gargantas de los cambiaformas para matarlos de ese modo, ni asesinando con lobotomías, y prefiero no imaginar lo siguiente si el sujeto tan solo parece mejorar su originalidad. No es como si ese asunto te incumbiera.

—Lo hace si te está dañando de esta forma.

—Por favor, los brujos no son especialmente conocidos por su solidaridad, mucho menos por su intervención en asuntos ajenos.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora