Capítulo 20: Distracciones.

7.7K 491 56
                                    

Paseo titubeante por entre los arboles del frondoso bosque donde se desarrolla el peligroso juego en el que ahora mismo participo.

Todo se encuentra en silencio, ni siquiera la violenta batalla que ocurre a orillas del lago de escucha desde aquí. Me resulta espeluznante y me estremezco muy a mi pesar. Escucho las respiraciones agitadas de algunos campistas de Afrodita, y a medida que me voy adentrando más en el bosque se hacen más presentes.

Cuando me aseguro de tener toda la atención puesta en mí, me "tropiezo de forma casual" y caigo con las manos delante de mi cuerpo para amortiguar mi caída.

Me doy la vuelta en el suelo y me pongo a sollozar de mentira al tiempo que me abrazo las rodillas.

Levanto la camiseta del Campamento y dejo a la vista de los chicos que me observan desde los árboles una gran mancha de sangre en el abdomen. Hago una falsa mueca de dolor y me seco las lágrimas inexistentes.

La sangre es de la mano de Percy, quien tiene un tajo bastante profundo en la mano. Y luego dice que el juego es inofensivo y para nada peligroso.

Nico me ha recomendado que haga como que estoy herida, y eso hago.

Un chico super atractivo se acerca a mi con paso vacilante. Tiene el cabello rubio despeinado de una manera malditamente sexy y un físico asombroso. Me pregunto durante un instante si no se tratara de un Dios, pero tan rápido como ese pensamiento ha llegado a lo cabeza, se ve sustituido por la conciencia de que es un hijo de Afrodita. Y como diosa de la belleza, no era de menos esperar que sus hijos sean jodidamente atractivos. Y los odio por ello.

Se acerca a mi y se arrodilla a mi lado para mirarme con preocupación. Dirije sus preciosos y cautivantes ojos en mi dirección.

- ¿Que te a ocurrido? - pregunta con voz melodiosa e hipnotizante

- Los hijos de la guerra - me limito a decir.

Él asiente comprendiendo y me sonríe de forma cálida.

- Debe de ser muy profunda la herida para que sangre tanto - dice con el ceño fruncido sin estropear sus perfectas facciones.

Mira a mi abdomen y yo me pongo nerviosa, como intente curarme se dará cuenta de que no tengo en realidad ninguna herida. Me saco rápidamente la camiseta por la cabeza y me la presiono donde se supone que esta la supuesta herida.

El chico me mira sorprendido y yo me pongo roja, sabiendo que estoy únicamente en sujetador.

- ¿Necesitas ayuda ahora o puedes esperar a que acabe el juego? - pregunta sorprendentemente dirigiendo la vista a mis ojos en vez de a mis pechos.

- Puedo esperar - digo tragando saliva sonoramente - pero no me dejes sola por favor. - le pido con un puchero que intento que no parezca ridículo.

- Claro - dice sonriendo - No pensaba dejarte sola.

Le sonrío y le doy una abrazo, al tiempo que otros dos chicos bajan de los árboles.

- ¿Necesitais ayuda? - nos pregunta con una voz ronca terriblemente atractiva uno de ellos.

Tiene el pelo negro y unos ojos negros brillantes cautivadores.

Hago una mueca y pongo una expresión de dolor, mientras me doblo sobre mi misma.

- Jake - exclama el otro chico. Tiene el pelo marrón chocolate callendole largo hasta los hombros. - Busca a alguien que sepa algo para el dolor de esta preciosidad.

Me sonrojo violentamente y él me sonríe, sorprendentemente sin arrogancia, simplemente con simpatía.

Escucho un bullicio en los árboles y se escucha una voz gritando desde uno de ellos.

- No - dice al tiempo que cientos de ojos me observan curiosos desde sus escondites.

- Esta bien preciosa - dice el chico que me a ayudado al principio - Pues tu limitate a presionarte la herida bien fuerte ¿vale?

Asiento al tiempo que respiro hondo.

En sus odiosamente atractivos rostros aparece una mueca de preocupación y una voz en mi cabeza se hace presente para sermonearle acerca de que estos chicos son amables, simpáticos y afectuosos y yo les estoy engañando.

Me remuerde la conciencia pero se me pasa en cuanto escucho el grito de victoria de la cabaña de Apolo.

Los de la cabaña de Afrodita se miran alarmado y luego unos cuantos adoptan expresiones alarmadas.

Nico se materializa a mi lado y les hecha una mirada dura a los chicos de Afrodita.

- A partir de ahora me encargaré yo.

Me pasa una mano por la cintura y me pone en pie con cuidado.

- Espera - dice el chico rubio.

Se acerca a mi lentamente con una sonrisa amable en el rostro y me quita con delicadeza las manos de mi tripa, para inspeccionar la herida que no está.

- Las chicas guapas son siempre las más peligrosas. - dice con una sonrisita.

- ¿No estas enfadado? - pregunto asombrada.

- No - sonríe achinando los ojos, provocando que parezca un niño. Un niño jodidamente atractivo.

En arco una ceja, invitándolo a que continue.

- Esto era un juego, y si nosotros no hemos sabido jugar no es culpa tuya.

- Pero os e engañado. - digo incrédula.

- No, has jugado - dice sonriéndome  - Y no podemos culparte por eso.

Le miro asombrada y le doy un abrazo en un acto reflejo. Siempre he creído que los hijos de Afrodita son egocentricos, orgullosos, y muy arrogantes, pero estos chicos me han demostrado lo contrario.

- Que cariñosa eres - dice riendo - ¿Como te llamas preciosa?

- Daisy - respondo tímidamente.

- Vale, Daisy - dice acariciándome con ternura la mejilla - cuando quieras dar una vuelta o algo por el estilo entra en mi cabaña y pregunta por Theo ¿vale?

- Vale - sonrío ignorando las expresión furibunda de Nico.

Me sonríe y me suelta. Nico me abraza y me transporta hasta el borde del lago, donde todo mi equipo está celebrando su victoria.

- Daisy - grita una voz agradablemente conocida.

Veo a James venir corriendo hacia mi con el pecho descubierto, dejando ver sus marcados abdominales y sus desarrollados pectorales. Todas las chicas de la cabaña de Afrodita le siguen gritando histéricas.

- Ocultame - me ruega en cuanto se detiene a mi altura.

Sonrío y me pongo delante de el.

- Bueno chicas, se que estáis locas por él. Que os derrite solo verle. Es comprensible - hago un gesto abarcando todo su perfecto cuerpo - ¿Quien no? - digo - pero chicas, en un día normal os diría que no os acercarais, que él es mio, y por lo tanto nunca será vuestro. ¡Pero que narices! Habéis perdido por su culpa. ¡Vengaos y haced con él lo que deseéis!

Me aparto de su camino y ellas corren tras el, que me mira con los ojos como platos y una expresión traicionada.

Me empiezo a reír mientras las chicas le persiguen por todo el bosque.

- Eso a sido muy cruel - ronronea Nico en mi oído abrazandome por detrás a la vez que me da un electrizante beso en el cuello.

- ¿Y? - digo con los ojos cerrados.

- Me gusta.

El hijo de la muerte (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora