—¿Me estás diciendo que hablaste antes con Sarah que con tu propia hija? ¿Pero qué narices te pasa?— Unos... dos... tres... Respira. Inspira.

—Entiéndeme, no sabía qué hacer. Tu madre hacía mucho tiempo que se había ido, y así, de repente, quería hablar contigo. No podía darle ese privilegio a alguien que quiso desentenderse de su propia hija.

Claro que lo entendía, podía haber llegado a entenderlo, pero si hubiera confiado lo suficiente en mí para contarme la verdad desde un principio...

—¿Qué te entienda? ¿En serio me estás diciendo eso? Deberías haber hablado conmigo, con tu hija, no con Sarah. No era sólo tú decisión, ¿y si yo quería hablar con ella?

—Allison, cálmate. No quería hacerte daño, pensaba que estaba haciendo lo mejor para ti.

—Ya claro, y yo me lo creo. Si hubieras pensado eso habrías hablado conmigo. Ya no soy una niña que necesita la protección de sus padres, asúmelo. No me has dicho la verdad por ti. Tal vez porque tenías miedo. Así que ni se te ocurra ponerme eso de excusa, sabes que no es así.

A la mierda la cuenta atrás. Estaba muy enfadada con él. Joder, ¿cómo ha podido ocultarme algo así? Es mi madre, tengo todo el derecho a hablar con ella y preguntarle por qué se fue. No puede decidir por mí. No puede quitarme eso. No. No puede. Y ahora, mi padre ya cansado de la discusión, se dispuso a hablarme con tranquilidad.

—Entonces... ¿quieres saber exactamente qué es lo que te oculto? Porque por lo que me has dicho, veo que te falta información.

—Sí, por favor. Cuéntame toda la verdad— le dije ya algo más calmada.

—Está bien. Solo te pido que guardes silencio y que cuando acabe entenderé que te enfades conmigo— agacha la cabeza dolido.

—Papá, ya estoy enfada contigo; así que sigue— parece que me comprende.

—¿Te acuerdas en Navidad cuando te diste cuenta de que no me había quedado en casa de los abuelos?— asentí. Aquel fue un duro golpe para mí ya que mi padre y yo siempre nos lo habíamos contado todo. —Pues la verdad es que estaba en Madrid, con tu madre— me faltaba el aire, aquello no podía ser cierto. —Me llamó unos días antes porque quería hablar conmigo, acepté enseguida. Había sido mi primer amor, y quisiera o no, la había echado de menos. A parte de que quería respuestas, quería saber por qué se fue.

—¿Y te dio las respuestas que buscabas?— yo también tenía muchas preguntas sin respuesta que merecían ser contestadas.

—No, y no me interrumpas. Por favor— lo miré a los ojos por un momento, noté que estaba dolido y nostálgico.

—Lo siento— le dije.

—La cosa es que quedamos. Me fui a Madrid y nos vimos. Los años no habían pasado para tu madre, seguía igual de preciosa. Y allí fue cuando me dijo que quería ponerse en contacto contigo, quería decirte algo muy importante. Le dije que me lo podía contar a mí, que igual yo podía ayudarla si tenía algún problema. Me dijo que no, entonces yo me enfadé. Desde entonces he hecho lo posible para que no se pudiera en contacto contigo. No pude estar mucho tiempo con ella porque me pillaste y tuve que volver a casa. Luego, cada vez que ha vuelto a llamar le decía que no querías hablar con ella— me miró. —Hará unos meses que dejó de llamar. Se ha cansado de insistir. Todo este tiempo te lo he querido contar pero...

—Pero nada— le interrumpí. —No tienes ningún derecho a decidir por mí. ¿Cómo has podido? Te tenía en un altar del que te me has caído. Mentiste a mamá y ahora seguro que me odia— estaba llorando, otra vez. Odiaba ponerme a llorar por todo, así nadie me tomaba enserio.

—No me vengas con esas ahora, ¿hablamos de todo lo que me escondes tú? No te hagas la víctima porque estoy seguro que tú eres peor que yo. Somos los dos iguales— me lo dijo con un tono tan frío que me dio miedo. Nunca había tenido miedo de mi padre, no hasta ahora.

—¿Pues sabes qué? Que te voy a contar todo lo que te he estado ocultando, pero que sepas que yo te lo voy a contar por voluntad propia. No como tú, que me lo has dicho porque no tenías otra opción. Por lo que no, no somos iguales. Tal vez me parezco más a mamá que a ti.

Y así hice. Le conté como había cambiado todo desde Navidad, y lo sola que me había sentido. Le hablé sobre mi discusión con Sarah e Isaak, incluso le conté lo que me pasó en la fiesta de disfraces. Le mencioné por encima todo lo que me había hecho Sarah, a parte de la evolución de mi relación con Isaak.

Mi padre no daba a basto con tanta información, pero para el golpe final me dejé por contarle mi relación con Oliver. Y eso hice, le dije que éramos novios y que esta semana la había pasado con él en vez de con Isaak. Ante tal afirmación a mi padre se le abrieron los ojos como platos. Y ya está, se lo había contado todo. Ya no había más secretos entre nosotros, o eso pensaba yo.

—Y sí, ahora soy feliz. Quiero a Oliver y no me importa Sarah lo más mínimo. Tampoco me importa una mierda tu opinión— salí de su despacho dando un portazo.

Corrí lo más rápido que pude hasta casa para hacer la maleta. No podía vivir en estos momentos con mi padre. Me daba miedo. Las cosas se tenían que calmar un poco antes de que volviera a casa, si vuelvo. Ahora, de momento, le iba a decir a Oliver que sí, que me quedaría con él a vivir.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora