Wattpad Original
Te quedan 53 partes más de forma gratuita

36. Promesa

45.9K 4.8K 2.4K
                                    

El primer lugar a donde quería refugiarme era la cabaña de don Florentino. Sentía el impulso de expresarme. Sabía que yo era alguien demasiado dependiente, que fácilmente podía dejar recaer mis obligaciones en una persona que se ofreciera a ayudarme, sin embargo, también era consciente que si de sentimientos se trataba, debía guardarlos para mí y nunca exteriorizarlos. Lo que sentía o sintiera, eso al mundo no le interesaba. A nadie le importaba si sonreía o lloraba, si era feliz o era miserable, lo que verdaderamente valía para el resto era el bien que podía hacer por ellos.

Era curioso que ahora sintiera la necesidad de contar con alguien, de querer expresarme, de sacar a relucir hasta mis deseos más oscuros por mi bien, ya no el de nadie más. El sentimiento que comenzaba a florecer en mi interior no sabía si me hacía débil o alguien fuerte, pero tenía certeza de que el gran paso que estaba dado poco a poco podría liberarme de las sombras de mi padre.

Tras conocer a don Florentino y a Lorenzia, sentía que las ideas con las que fui instruida podrían quedarse atrás. Sentía que estaba bien poder decir cómo me sentía realmente, que estaba bien no engañarme a mí misma y que no estaba mal ser egoísta con los demás de vez en cuando; pero también tenía dudas al respecto. Ellos parecían aceptarme, por lo que podría seguir dependiendo de ellos, mas desconocía hasta qué punto podían soportarme o saber si era o no una carga.

Estaba a punto de entrar por la cabaña cuando una voz me detuvo.

—Espere, por favor —demandó alguien desconocido. Era un hombre—. Vaya, sí que corre rápido, ¿o soy muy lento?

Me giré para verle el rostro al recién llegado.

—Señor Sauto —mascullé al saber de quién trataba.

—¡Qué cruel, señorita! —expresó frunciendo los labios, no sabía si el gesto era genuino o si solo estaba jugando—. Puede llamar a Jhören y a Jhüen por su nombre, ¿pero a mí no? ¿Le parece que soy el más viejo de los tres para decirme señor?

—Lo siento, es que...

Él carcajeó e inclinó su cuerpo ligeramente, quizá para contener la risa o para intentar recobrar la respiración. Tras un instante de espera, él se volvió hacia mí con una expresión divertida.

—Dígame Nord, como todos. Debe saber que no soy tan quisquilloso con mi nombre. Nada de Sauto, dejé de serlo cuando abandoné el castillo hace tiempo —aclaró con una sonrisa juguetona. Su cabello negro comenzó a alborotarse por el viento que azotó el lugar.

Mi primer encuentro con él había sido en la fiesta de disfraces y, aunque solo tuve la oportunidad de tratar con el señor Nord una vez, él me había parecido un hombre bastante amistoso y alegre, tanto que infundía cierta seguridad y confianza de una manera impresionante.

—Si usted lo dice —respondí.

—No sea tan reservada conmigo, no la comeré o algo por el estilo.

Él volvió a carcajear, esta vez con más fuerza; yo solo lo miré sin encontrar la gracia en sus palabras.

—Mala broma. Lo capto.

—¿Necesita algo de mí? —inquirí, nerviosa. Era más amistoso del que hubiera imaginado, daba miedo—. No recuerdo haberlo visto en la casa. ¿Dónde apareció?

—Estaba ahí, Rías, sentado en uno de los sillones. ¿Realmente no me vio? ¿No destaco en nada?

—Lo siento —me apresuré a decir—. Soy muy despistada, es culpa mía no haberlo notado antes.

—No se preocupe. —Él meneó la cabeza con ligereza—. Solo quería decirle que no se inquiete por nada. Hizo bien al decir la verdad; de haber mentido por esa señora, Jhüen se habría molestado.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora