LA REBELIÓN DEL CHANGO

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Desde ese día declaré la guerra, pero sólo en el plano de las ideas, a mi hermano, jefe del ejército de mi pueblo y al anciano sabio.

Observé  que para concretar el génesis de mi sueño necesitaría de una gran cantidad de mano de obra. No sería capaz de fabricar yo sólo aquel transporte titánico y complejo.

Trabajar en una balsa construida con cuero de lobo de mar no significaba un trabajo engorroso para mí, ocupa mucho tiempo, hay que ser minucioso, pero toda mi vida la he dedicado a construir objetos de distinto tipo, desde viviendas, armas, hasta embarcaciones, siempre con diseños vanguardistas, incómodos para mis coterráneos de ideas conservadoras.  El diseño y creación de aparatos para la sobrevivencia sin utilizar la fuerza bruta forma parte de una de mis especialidades, cosa que es normal en todo habitante de la costa del desierto, pero la creación de un barco que me permitiera navegar a la cuna de los dioses merecía mayor atención minuciosidad y cuidado.

Visité a cada uno de los habitantes de mi pueblo en sus rucas, a la orilla del mar, en sus lugares de esparcimiento y de trabajo. Utilicé los mismos argumentos que con los líderes de mi pueblo y me di cuenta que estaba logrando los mismos funestos resultados.

Pensé que de seguir así no lograría convencer a nadie. Entonces, organicé una gran celebración, invité a todos los habitantes de mi aldea, esto me deparó horas y horas de duro trabajo culinario,  pescar, cazar y recolectar mucho alimento para luego prepararlo y ofrecerlo a mis invitados. Creo que nunca antes mi pueblo había vivido algo así. Había comida como para llenar el mar.

Personalmente fui a invitar al anciano del pueblo a su ruca pero este insistió con el mismo argumento: "no debes destruir el equilibrio de la Pacha Mama, estás ocupando recursos que no te pertenecen, tomas cosas que nunca ocuparás, cazas y pescas animales que no te comerás, esto te traerá problemas y a todo nuestro pueblo, estás decidido a hacer que los dioses se enfurezcan con nosotros. Te pido disculpas por mi desaire, pero no debo ni quiero participar de tus locuras, el mundo está fabricado de una manera perfecta y equilibrada y tú estás destruyendo todo aquello que fue entregado a nuestros antepasados, en armonía regido por el amor a nuestra madre Pacha mama y a nuestro padre Inti".

Le dije con rabia, pero con resignación "algún día te sorprenderás de los resultados de mis ideas y te arrepentirás de cada una de las palabras que caen como lanzas en mi pecho. Mi maestro me da la espalda en el momento que se ve superado por su discípulo". Él me respondió con resignación: "no has aprendido nada de mí, de haber sido así, estarías comunicándote con los dioses desde la naturaleza del amor y el equilibrio, no desde la destrucción y transformación desde la catástrofe".

Esa noche toda la tribu bailó, comió y cantó hasta más no poder, las fogatas estaban atestadas de luz, iluminamos el mundo con nuestra alegría, acariciamos al viento con nuestras canciones, recitábamos al progreso y la abundancia. Esa noche el mundo estaba más vivo que nunca.

A los días siguientes, una vez que ya habían pasado los efectos de la resaca de la fiesta. Una multitud de personas, más de la mitad del pueblo, estaban esperando mis órdenes para iniciar la construcción de El Lobo de Luz, aquel barco que llegaría a la cuna dorada, donde dormían los dioses.

Nunca imaginé que tanta gente compartiera mi misión y entusiasmo, nunca pensé que fuera tan importante para mi pueblo aquel sueño que movía mi alma al límite de luchar hasta la muerte por este ideal.

Dividí las tareas de mis compañeros de labores dependiendo del oficio y habilidades que se destacaban en ellos. El primer grupo estaba compuesto por aquellos de mirada certera, sigilosa, hábiles en la caza y pesca que caminan con pasos de espuma de mar y arena seca. Aquellos que arriesgan la vida para apagar la existencia de sus hermanos. Aquellos que alimentan su alma con la última mirada de la víctima, que respiran con los últimos suspiros de sus iguales. Abrazados a la muerte alimentan a sus familias y seres queridos, transforman lo maligno en benigno constructores que mutan a la muerte en vida.

El segundo Grupo, acompañando a los cazadores, estaba compuesto por las esposas de éstos dedicados a sacar, cuidadosamente, el cuero del cuerpo del lobo de mar. Para este oficio se necesita mucha precisión, ya que cualquier imprecisión en el corte o abuso de la fuerza  significaría la pérdida casi total de la piel del animal y por ende perder la materia prima para nuestro barco.

Estas mujeres desarrollan tal habilidad que parece que, con conchas de mar, herramientas diseñadas por ellas, lograban desvestir a la misma muerte.

La briza del mar lo decía desde el roce con la piedra: "El animal dormido sobre la arena pierde su piel acariciada por las mujeres de hombre de mirada certera. La muerte es desvestida, acariciada y cobijada sobre montañas de cadáveres que intimidarían al más rudo guerrero de la tierra de los gigantes."

Un tercer grupo es el encargado de abrir el cuerpo de los lobos de mar, sacar sus intestinos y transformarlos en cuerda, éste es un trabajo que implica una habilidad que pocos seres humanos han desarrollado, consistía en hacer que aquel cuerpo muerto pariera sus intestinos sobre la arena, estos hombres, en un intento de no olfatear el contenido putrefacto de su vientre, lavan drenando los restos de alimento descompuesto de las cavernas de carne, túneles de lo asquerosamente deteriorado. Estos hombres hacen florecer desde lo descompuesto, desde lo incomprensiblemente insoportable, cuerdas nudos con formas que hacen olvidar el incómodo origen de su confección.

El resto del animal es asado atravesado por palos que giran con lentos torbellinos que seducen los tornados de cada estómago de trabajadores desplegados sobre la arena.

En un comienzo no eran muchos aquellos que colaboraban con los trabajos de construcción del gran barco, sin embargo, ha sido el delicioso humo transformado en rumor, comentario y leyenda de los manjares preparados por nuestras cocineras, el que ha convocado a hermanos de otros lares para que sean parte de mi sueño.

Nunca mi tribu se había unido conformando un solo grupo, nunca mi pueblo se había transformado en un solo ser. Siempre había estado disgregado en familias que a pesar de compartir creencias, estilos de vida y estar emparentados nunca había aflorado de su alma la necesidad de cohesionar sus espíritus frente a un mismo ideal, creo que mi sueño había nacido desde mi mente, enviado por los dioses mediante el sueño, para transformar a mi pueblo en un solo cuerpo, formado escama por escama para navegar hasta la cuna de los dioses.

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