Noche de paz

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DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama. Este fic va dedicado para Odette Vilandra.

[...]

Un gran sorbo de jugo de naranja le bastó para calmar su sed, aunque no había hecho demasiado ejercicio en el día. Algo muy extraño, considerando su rutina sagrada... ¿pero qué podía hacer? Era la palabra de su mujer, sobre la suya. ¡Todo por ese ilógico día especial!

Vegeta miró a su alrededor y cruzó por quinta vez el solitario pasillo que conducía a la cámara de gravedad instalada en la Corporación. Una sonrisa torcida decoró su rostro, en tanto tamborileaba sus dedos en una pequeña pantalla, donde colocaba siete cifras al azar. No por nada era el Príncipe de los Saiyajin: ¡debía conseguirlo, así sufriera!

—«Error: contraseña incorrecta —se activó el comando de la máquina—. De colocarse una sexta vez, la sala se autodestruirá».

—Ridícula... —masculló el guerrero, al no atinar con la clave cambiada por Bulma.

Sí: era astuta y detestable en ocasiones. Pero a fin de cuentas, su esposa: la única en la Tierra y el Universo entero que pudo cautivarlo. La más loca, vulgar y atrevida que se había ganado su duro corazón... o quien lo ayudó a descubrir que aún tenía uno.

¡Tonterías! Sacudió ligeramente su cabeza y emprendió camino al segundo nivel, resignado a pasar el resto de la noche fuera de su amado santuario. No era una novedad que las costumbres humanas le resultaran extrañas e incluso estúpidas: sin embargo, la fecha que vivía era por demás curiosa. Le costaba entender por qué suspendían todas las actividades corrientes del día. Le aturdía el adorno excesivo del interior de la Corporación Cápsula. Le parecía innecesario que usaran dicho día como motivo para una reunión especial con los Guerreros Z.

¿Especial? ¿Por qué, si siempre venían a visitarla? El saiyajin resopló por la absurda idea; y en su afán de liberarse de tal intriga, rememoró las cosas buenas que le aguardaban para esa noche. Lo único que le gustaba de esa ceremonia era la comida, especialmente el jugoso pavo preparado por su intolerable suegra. ¿Pero por qué esperar a probarlo hasta medianoche?

Un rugido en su estómago reflejó el deseo del saiyajin, obligándolo a chistar, en tanto llegaba a la habitación más lejana del pasillo. No la matrimonial: fue la que usó en sus primeros años de estadía en la Tierra. El único espacio donde disfrutaba de su soledad, cada vez que se hartaba de las incongruencias de esa molesta raza inferior llamada humanidad. Una suerte de compañía a la que jamás imaginó adaptarse.

Las luces de un gigantesco árbol en forma triangular se filtraban por el cristal de su ventana, desde la cual el príncipe veía a Trunks y Bura correr junto con los hijos de sus camaradas. ¿Cómo es que había llegado a tal punto? Era la pregunta de cada Nochebuena.

—/—/—/—

—¿Por qué prefieres la soledad?

—¿Por qué quieres saberlo? —Vegeta frunció el ceño.

—Curiosidad. A veces la compañía no es tan mala...

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Aún recordaba el día que Bulma le habló al respecto. Una de esas tantas charlas extrañas y no buscadas por él, donde la palabra compañía empezó a cobrar un escaso significado en su mente, con miras a fortalecerse; sobre todo, en una festividad tan rara como la presente.

El saiyajin suspiró de nuevo, perdido en sus pensamientos.

[...]

Si mal no calculaba, ya había pasado un año y dos meses estancado en la Tierra. El día más temido por aquel joven del futuro se acercaba; aunque la profecía apocalíptica no lo atormentaba: ¡sólo quería conocer a esos androides, luchar con ellos! ¡Superar de una vez por todas a su más odiado rival! Con esa consigna maníaca, Vegeta aumentó su fuerza y velocidad, destrozando cuantos robots podía alcanzar con sus ráfagas de ki, sometido al nivel más pesado de gravedad en aquella cámara.

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