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Ian me mira anonado, asimilando que estoy por morir porque nunca más la volveré a ver. Por primera vez en mi vida, desde que lo conozco, se queda sin saber que decir, parece que su mente se ha quedado en blanco y todos sus chistes se han esfumado o tal vez no encuentra el indicado para decirlo ahora. Agradezco que no diga nada ya que si pronunciara alguna tontería, existe una enorme posibilidad de que lo corra de la casa porque no está ayudando en nada y no me sirve discutir con mi mejor amigo en estos momentos y mucho menos por algo así.

—Tengo una idea —escuchar esas palabras salir de la boca de Ian hace que vuelva a la realidad y gire a verlo— . El chico que organizó la fiesta es mi amigo, podemos ir a preguntar si la conoce.

Afirmo con la cabeza aprobando lo que ha dicho y salgo corriendo a mi habitación para darme un rápido baño, al hacerlo, tomo el primer cambio de ropa que encuentro escondido en el closet junto a mis zapatos negros y salgo peinándome con la mano de vuelta a la sala.

Ian me mira extraño, con su cabeza trabajando rápido para entender lo que estoy haciendo, cuando señalo las llaves del auto, comprende todo y se pone de pie para seguirme fuera del lugar y luego fuera del edificio. Llegamos al estacionamiento y aunque el carro de mi amigo también se encuentra aquí, los dos subimos al mío.

Durante el transcurso, lo único que se logra escuchar es la radio, cada uno se encuentra metido en sus pensamientos. Él se ha de encontrar pensando en que hechizo me hizo la chica para que yo sienta la necesidad de encontrarla, en cambio yo, por supuesto que no paro de recordarla sonriendo por algo que dije y luego como después quedábamos en silencio, solo mirándonos a los ojos. Un escalofrío recorre mi piel y decido sacudir la cabeza, intentando dejar ese recuerdo a un lado, por el momento.

Minutos después llegamos a la misma casa donde se realizó la fiesta, aunque ya oscureció, el jardín sigue lleno de basura y un enorme silencio inunda por completo el lugar. No imagino la resaca que ha de tener porque no da ninguna señal de vida.

Bajamos del auto y emprendemos camino hacia la entrada de la casa, mientras suplico que la persona se encuentre ahí y tenga conocimiento de toda la gente que se encontró aquí mismo la noche anterior. Ian no se dispone a tocar, con solo llegar a la puerta, busca una llave en la maceta que hay al lado, al tenerla entre sus manos abre y así es como entro, él primero vuelve a dejar el objeto en su lugar y después hace lo mismo que yo. A partir de ese momento, lo sigo porque aunque ya me he encontrado en este lugar tan solo una ocasión, todo me sigue pareciendo tan desconocido.

Subimos las escaleras esquivando toda la basura del suelo hasta llegar a una habitación, mi amigo enciende la luz del lugar y vemos un bulto de cobijas sobre la cama, después comienza a decir el nombre de Marc, pero nadie responde, así que termina optando por ponerse a gritar y debido a eso, unas almohadas se dirigen a donde nos encontramos para golpearnos, las esquivamos e Ian avanza hasta llegar a la cama, donde sigue diciendo el nombre repetidas veces para desesperarlo y por fin salga de su escondite que son las sábanas.

Vemos como sale una mano para mostrarnos su dedo medio y escucho la risa de mi amigo, segundos después veo a un chico castaño despeinado y con unas ojeras impresionantes.

—¿Qué quieres? No te dije donde estaba la llave de repuesto para que vinieras a despertarme con tus gritos

—Necesitamos tu magnífica ayuda —responde mi amigo indicándome con la mirada que era mi momento de hablar.

—Ayer aquí en la fiesta conocí a una chica, con la cual me lleve muy bien...

—Demasiado bien, porque se acostó con ella —dice Ian riendo y chocando los cinco con el otro chico, rodeo los ojos para seguir hablando porque no pienso poner atención a esos comportamientos infantiles.

—Hoy cuando desperté ya no estaba y olvidé pedirle su número, lo único que sé de ella es su nombre. Se llama Lía Gray.

Termino de hablar, suplicando que la conozca, él se queda pensando, intentado buscar en su memoria ese maravilloso nombre, mientras que yo ruego a quién sea que se encuentre escuchándome que la identifique.

—No tengo idea de quién es...

—Oh vamos amigo, tú conoces a todos los que vienen a tus fiestas, no me digas que no sabes quién es —habla Ian decepcionado de escuchar eso.

Revuelvo mi cabello perdiendo toda esperanza.

—Conozco a todos, pero ayer la gente invitó a sus conocidos, si quieres puedo darte una lista de las personas que yo invité con sus números, no se si te sirva —dice Marc y antes de que Ian pueda decir algo le digo que sí.

Mi amigo no conoce a Lía, la persona que hizo la fiesta tampoco lo hace, pero tener la lista en mis manos, puede resultar de ayuda en que vuelva a verla, es lo único que me queda para seguir teniendo encendida la llama de la esperanza y espero encontrar una pista de ella, no importa del tamaño que sea, mientras se encuentre ahí. Debe existir algo que la ligue a la fiesta en la que estuve, de todas las personas que hay apuntadas, al menos una debe identificarla, una tal vez la tenga en alguna red social y si tengo mucha suerte (que lo dudo) tal vez alguien tiene su número de teléfono, así la podré llamar y escucharé su voz.

En realidad no tengo definido lo que quiero lograr con verla otra vez, no sé con exactitud de porqué es tanta mi necesidad de hacerlo, pero sea lo que sea, si volvemos a estar uno frente al otro, aceptaré lo que ella decida, aunque sea no vernos nunca, que es lo más probable, pero ahora no puedo aceptar eso, no luego de lo que vivimos, ya que aunque esté discutiendo conmigo mismo porque me imaginé todo aquello, sé muy dentro de mí que esa conexión enorme en verdad existió.

¿Dónde estabas en la mañana? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora