Día catorce.

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Día 14.- Ciencia Ficción 


Modelo Flash ver 0.1...

Iniciando...

Instalando comandos de inicio.EXE...

Asistencia personal al usuario...

Cuidado del hogar...

Compañero sexual...

Unidad en línea funciones al cien por ciento.

— Buenos días usuario. Hoy tendremos un cielo despejo, sin posibilidades de precipitación vespertinas, por la noche una brisa suave hará bajar la temperatura de Coast City. ¿Quieres que elija la ropa para ti?

La voz del androide de asistencia personal, hizo que Hal sintiera un subidón de adrenalina.

Al principio no había estado muy contento con él. La unidad Flash no era la clase de compañero que él había deseado, el deseaba una bella Canary. Pero el destino le había puesto en las manos aquel modelo creado y comercializado por industrias Wayne.

Flash y Canary eran modelos hermanos, diseñados bajo el mismo precepto de ser asistentes en el hogar, ambos rubios y con agradables y maravillosos ojos azules que se encendían con una luz suave de color plata cada vez que los androides realizaban algún procesamiento. Lo realmente maravilloso de ambos modelos, además de sus rostros perfectos y cuerpos maravillosos, era que se trataba de unidades con inteligencia artificial. Eso, les permitía desarrollar su propia "personalidad" aprendiendo de sus usuarios y el entorno en el que se desarrollaban. Desde luego, tenían conexión permanente al internet y se desenvolvían a la perfección en las casas automatizadas de los suburbios.

La casa de Hal no era automatizada, estaba en un barrio regular donde la tecnología aún no lo invadía todo y su relación con su unidad robótica tampoco era convencional.

Sabía que muchos usuarios compraban y usaban aquellas unidades únicamente con fines sexuales o psicópatas.

Como policía de Coast City, Hal Jordan había visto muchas cosas grotescas, pero jamás olvidaría el día que había la unidad Flash había llegado a la comandancia. Estaba prácticamente destrozado, la piel artificial de su cara estaba arañada y a pesar de ello, el androide mantenía una sonrisa congelada en el rostro. Había una terrible historia detrás de esa unidad, una que Hal prefería no recordar.

— No necesito que prepares mi ropa, hoy voy a quedarme en casa todo el día y no tengo intenciones de usar nada más que mis calzoncillos.

Hal bostezó, rodó en la cama y atrapó en sus brazos a Barry. Así lo había llamado en el momento en que el restaurador se lo había entregado, armado de nuevo y en perfecto estado. Solo había un problema con Barry, su tarjeta de memoria estaba dañada, se borraba cada día y Hal aún no tenía el dinero suficiente para reemplazarla. Por eso, el androide nunca recordaba su nombre, ni sus besos o sus caricias.

Cada día, Hal tenía que explicarle lo que era elamor. Tenía que recordarle que lo amaba y que a pesar de lo que dijeran las leyes de la sociedad, él era su prometido    

30 Días de HalBarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora