¿Estás dispuesto a todo?

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     Clavé la vista en el vidrio, observando por última vez el lugar que, en un principio, había odiado tanto sin motivo alguno. No sabía desde cuando me había empezado a gustar la ciudad, nunca fui consciente de ello, lo único que tenía en claro era que ahora no quería marcharme. Ni si quiera yo era capaz de explicar cómo todo ese aborrecimiento se había esfumado, dejando en su lugar un sentimiento fuerte y, por lo que era capaz de percibir, indestructible.

     Alcé la cabeza para ver hacia el cielo. Como si mi estado de ánimo pudiese sincronizarse con el clima, todo estaba de un opaco color gris. Las gruesas gotas de lluvia no tardaron en hacer presencia, mojando todo a su paso. Bajé la vista hacia mis manos, ver todo solo sería motivo de dolor. Cerré los ojos, intentado fingir que nada estaba ocurriendo, pero dentro de mi mente llovía igual que afuera.

     En momentos como este, uno forzaría a que su mente se enfocara en otra cosa. Cualquier tipo de distracción estaría bien, pero difícilmente se lograba encontrar algo con tal poder. Aunque tal vez sí hubiese funcionado, si me lo proponía iba a poder dejar de lado el instituto, mi hogar y todo lo que estuviese causando daño. Solo así lograría eliminar todos los recuerdos que no quería tener. Pero había algo que jamás lograría borrar... o más bien alguien: William. Me atrevía a creer que por más que buscase de algo para olvidarle, nada podría sacar de mi mente aquel rostro. Eso era imposible. Se había adentrado tanto en mi vida que ya no podía salir por más que quisiera.

—...jo —Escuché la voz de mi madre, tan lejana que tardé en reaccionar ante su llamado—, hijo —Repitió.

     Giré el rostro para verla

— ¿Te encuentras bien?

     Evidentemente, no. Pero decir la verdad no iba a ser de gran ayuda.

—Sí, solo estaba pensando.

          Sabía que mi madre no se había tragado mis palabras. Sin embargo, fingió hacerlo y yo lo agradecí. No tenía ganas de explicar nada. 

—Podría detenerse un momento por favor —Pidió mi padre, dirigiéndose al taxista.

     El conductor accedió a la petición y detuvo el coche en una esquina poco concurrida.

—Tu padre y yo tenemos que hacer algunas compras rápidas antes del vuelo —Mi madre se dirigió a mí— ¿Prefieres quedarte aquí a esperar o quieres ir? 

     Recordé lo mal que se ponía mi padre con los vuelos y supuse que conseguirían algún medicamento para remediar el problema. Iba a ir, pero aún llovía y no me apetecía empaparme.

—No, me quedo y espero.

—Vale.

     Los vi bajar del taxi para dirigirse corriendo a alguna droguería. Me quedé en silencio, aguardando la llegada de mis padres. El frío comenzaba a calarme y me maldije por no haber llevado un abrigo acogedor.

— ¿Quieres que ponga la calefacción?

     ¿El conductor me hablaba a mí?

— ¿Eh?

     Pude sentir su mirada reflejada por el retrovisor, en espera de mi respuesta.

— Ah... sí, por favor.

     Sentí el agradable cambio de temperatura y agradecí al taxista, quien para mi buena suerte parecía ser un tipo amable. Al menos, en este mal día no iba a tener que preocuparme del tiempo y de sus abruptas transformaciones.

— Pareces triste.

     Levanté la cabeza y vi que sus ojos verdes me miraban con detenimiento.

¡No me voy a enamorar! (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora