Capítulo 27: "La maldición del Faraón"

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A pesar de que Yamil tenía claro que no podían confiar en Seitán ni en su tecnología, no tuvieron de otra más que adentrarse en la boca del lobo. Al entrar en la tumba, la oscuridad los invadió de inmediato, por eso tuvieron que usar el reloj, el cual hasta el momento funcionaba correctamente. El objeto les brindó la facilidad de poder ver entre las sombras, sin embargo, la chica demostró ser un poco más lista que el muchacho y lo usó con más ingenio. Ella había notado que a sus alrededores la decoración estaba compuesta de viejas antorchas, por lo que supuso que seguramente las usaban los que alguna vez estuvieron autorizados para ver la tumba. De ahí que decidió accionar su herramienta con el motivo de lograr iluminar el lugar, acto seguido, unas pequeñas ráfagas llameantes despegaron desde dentro del aparato, y saltaron a las antorchas encendiéndolas mágicamente una por una. Sus alrededores de inmediato quedaron al descubierto, y procedieron lentamente a internarse cada vez más en las profundidades del templo.

—Nunca antes había visto algo como esto —murmuró Talía, pues le parecía extremadamente sorprendente la arquitectura que había a sus alrededores.

—Te entiendo, y lo más increíble es que está hecha a mano —le respondió el pelirrojo.

—¿Cómo es que sabes tanto de estas cosas?

—Me gusta la arqueología, aunque prefiero mil veces la medicina, por eso lo otro es un hobby —le informó.

Dejando la charla de lado, siguieron ingresando más profundo en la roca, y no se demoraron demasiado, pues tardaron alrededor de cinco minutos para encontrarse con un fondo casi vacío, y digo casi, porque sólo tenía una fosa rectangular que ofrecía una terrible caída en su interior.

—¿Arrojamos ahí dentro la semilla? —preguntó Talía acercándose un poco al pozo.

—No lo sé, supongo —por la forma en que le contestó parecía que Yamil ya se encontraba más relajado al respecto. Sin embargo, le duró poco el gusto, ya que cuando Talía fue a estirar la mano hacia el agujero para echar ahí la semilla, la criatura con la que se habían enfrentado ya varias veces, puso en acción sus largas extremidades atrapando así a la muchacha, y finalmente, la arrastró dentro de la fosa.

—¡Talía! —sin pensarlo muy bien, Yamil corrió para tratar de rescatar a su compañera, no obstante, el empeño que le puso a su acción, fue en vano, porque cuando esa cosa la engulló, una fuente de sangre salió del agujero manchando así sus ropas. En teoría, ella había sido comprimida de tal manera, que su líquido vital se liberó como lo hace un volcán—. ¡No! —gritó con evidente terror el pelirrojo e inmediatamente comenzó a retroceder sobre sus pasos. Mientras el horror lo abordaba, logró ver cómo desde dentro de ese pozo se elevaba una masa oscura, y en ésta poco a poco podían distinguirse aquellos ojos amarillos tan aterradores.

—Dame... ¡tu vida! —una voz profunda y tiritante parecía venir de aquella masa amorfa, la cual interactuó por primera vez con Yamil, lo que resultaba bastante nuevo, ya que nunca había intentado comunicarse con ellos hasta el momento, y, sin embargo, este ser tenía esa habilidad, por lo que quién sabe sí poseía facultades más superiores a esa. Así que, naturalmente, el chico no logró pronunciar nada, pero sí que atinó a correr. Su desespera huida no dio frutos, principalmente porque el ser monstruoso se trasladó por las paredes apagando cada antorcha que tocaba, lo que hacía más penumbroso el templo, y logró de esa manera, que su víctima descuidara su ritmo al estar presa del miedo, a causa de ello, el muchacho se detuvo en seco. La bestia obviamente sacó provecho de su parada, para así adelantarse de tal forma a su presa, que terminó por instalarse delante de la entrada, y ahí, su inestable forma empezó adquirir sentido, e inmediatamente una voz familiar surgió de las penumbras—. ¿A qué le temes Yamil? —su tono revotaba entre las paredes de piedra.

Sueños Bajo el Agua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora