2- Arturo

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*Narra Arturo*

Llevo un rato medio despierto, medio dormido. Mi pecho izquierdo duele, siento en cada latido un corazón con moretones.

Consigo abrir un poco los ojos. No reconozco la habitación en la que me encuentro, ni los olores que hay en ella. Escucho el pomo de la puerta retorcerse. No muevo ni un músculo para aparentar que sigo durmiendo. La chica pelirroja que entra en la habitación lleva en las manos un cuenco de algo que huele muy bien. Se acerca a mí y cierro completamente los ojos, por si acaso. Escucho que deja el cuenco en alguna mesa cercana y sus pasos se alejan. Cuando ya no la oigo, vuelvo a abrir los ojos.

Mi mirada tropieza con la de otros ojos, negros como la más oscura de las noches. Entonces me doy cuenta de que ha fingido los pasos que se alejaban. Me ha descubierto, es más observadora de lo común.

—Ya te has despertado —saluda sonriente—. Se supone que deberías despertar en unos días, no en unas horas, ¿sabes?

—¿Dónde estoy? —me incorporo con dificultad. Siento un ligero mareo.

—Estás en la casa de La Sanadora, mi abuela.

—He escuchado hablar de ella.

—Siento lo ocurrido, te atravesé con una flecha cuando pasabas cerca de mí por el bosque... No es nada grave —se apresura a decir—. Te perforé un órgano interno, pero está casi sanado.

¿Ella es la responsable del dolor de mi pecho? ¿Qué órgano...? ¿El corazón?

—No recuerdo nada de eso. Dices que La Sanadora es tu abuela, imagino que tú debes ser una tal Evlin, ¿verdad?

—Es Evelyn.

—Recordaré tu nombre —me levanto—. Hasta la próxima.

—¿Ya te vas? ¿No quieres quedarte a comer?

—No —respondo y mi estómago suena.

Evelyn se ríe, lo ha oído. Llegaré tarde si no salgo ya.

—Deberías probar al menos la sopa de mi abuela, has perdido mucha sangre.

—Adiós.

—¡Espera!

—¿Qué? —me giro hacia ella.

—¿Cómo te llamas tú?

—Arturo —contesto y le hago un gesto de despedida.

Bajo los escalones de dos en dos.

—¡La salida está al otro lado!

Me aproximo a la ventana más cercana, la abro de par en par y salto al exterior. Mi cuerpo se tambalea; me siento débil y cansado. Una vez fuera de la casa, reviso el cielo. No es tan tarde como creía; sin embargo, es mejor llegar con antelación. Nunca sabes cuándo te sorprenderá la luna llena.

Me adentro en el bosque y me pongo en marcha. Si hubiera dormido más tiempo, Evelyn y su abuela habrían corrido peligro.

Tras recorrer un buen camino, llego a mi destino. La entrada está oculta por una cortina de plantas. Compruebo que no hay nadie alrededor y hago memoria de la absurda clave. Golpeo la puerta una serie de veces para abrirla y doy un paso hacia delante, dejando que me engulla el nuevo mundo. La cortina de plantas se cierra a mis espaldas.


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La chica del cabello de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora