Otra perspectiva

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Castiel cerró la puerta de su habitación, cien por ciento seguro de que Shayza estaba en la cama. Habían pasado varios días desde que él la encontró misteriosamente escondida en la cocina, a punto de ver una escena poco respetuosa por parte de Eliot. Se maldijo por no vigilarla, pero ella debía salir a buscar las respuestas a las preguntas que él no podía contestar; pues eso significaría traición a su jefe. Pero si se hacía el de la vista gorda, solo recibía un regaño por parte de este o de Ezequiel. Más bien, lo verían como un desliz, ya que Shayza no era fácil de cuidar.

—¿Ya se durmió? —preguntó Celia, una mujer sentada en el umbral de la ventana. Esta iba encapuchada de tal forma que no se le podía ver el rostro y tenía una manzana en la mano.

Castiel observó cómo la luna arropaba a Celia y luego asintió.

—O eso creo —añadió él—. Usted dijo que ella era quien tenía que investigar por su cuenta, ¿no es así?

—Efectivamente. —Lanzó la manzana hacia arriba y la volvió a atrapar, para después morderla—. Solo espero que no tarde más. De lo poco que me he acercado, solo la he visto llorar y armar una rabieta tras otra.

—Es una reacción natural.

—Para un humano —intervino la chica de voz aguda y acento extraño—. No hay que apurar las cosas, pero... preferiría que tú, que eres el único físicamente en esta isla, le dieras ese empujón que hace falta. Mi madre está desesperada por volver a verla. No sería una sorpresa que, cuando encuentre una grieta, haga una extravagante entrada. Un golpe por aquí, sangre por allá. —Ella se encogió de hombros—. Al final, el odio y la avaricia es lo que nos mueve... Y el mal temperamento.

—Usted sabe que me costó mucho encontrarla —recordó Castiel.

Caminó hasta la chica y se quedó a una distancia considerable.

—Por eso Layla te dio esta misión, Castiel. Porque confía más en ti que en sus hijas o su propia sombra. Y es sorprendente el aprecio que te tiene.

Castiel dio varios pasos más hasta poder colocarse de cuclillas y quedar a la altura de ella. La chica se quitó la capucha, revelando su corto cabello blanco y ojos púrpuras, y lo vio profundamente.

—Tiene las razones suficientes para hacerlo —respondió Castiel—. Ustedes son jóvenes e inexpertas.

Celia frunció el entrecejo. Castiel tenía un puesto muy importante para ser hombre, pero eso no quitaba que ella fuera hija de una reina.

—¡Por Lilith! Me he esforzado mucho, aunque no lo parezca. —Empujó la frente de Castiel para hacerlo a un lado—. Te extrañamos.

—Lo sé —se limitó a contestar, con un profundo dolor en el corazón—. También extraño mi labor como profesor.

Ella rio a la vez que se cubría la boca.

—Que no se note. —Hizo un ademán con la mano—. Bajo esa coraza existe un hombre blando, y eso no lo puede ver Gideon o cualquiera de estos imbéciles. Por cierto, ese rubio... ¿Eliot?, intervino con la conexión y tuve que irme. —Bufó malhumorada—. Odio tener que hacer las cosas dos veces.

Él hizo una mueca. Celia se levantó y se posó a su lado; parecía unos milímetros más alta que él por las botas con tacón. Extendió el brazo derecho igual que si pudiera acapararlo todo y tomó aire.

—Imagina una vida tranquila después de tener de regreso a Shayza, encarcelar a Gideon y a Bram por sus delitos y quitarles sus poderes.

—No me interpondré en lo que hagan con Gideon o Bram. —Se apartó de ella.

Sangre maldita 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora