EPISODIO XII

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La reunión comenzó con un monólogo del actual presidente de la Asociación Mundial de Jugueteros, quien daría su última charla como tal porque al día siguiente se elegiría a la nueva autoridad. El tema ahondaba en la ética en la industria juguetera y el desarrollo de nuevos productos, además de un recorrido por su mandato. Mientras el señor Ferrini hablaba, los demás prestaban atención a sus palabras; la cadencia de su voz era agradable y el modo en que se expresaba, amable.

Lucas observaba con disimulo a los presentes, al parecer Ferrini le caía bien a los integrantes de la Asociación, todos lo miraban con respeto y cierto grado de aprecio, incluido Tanaka. Tal vez para él era un ejemplo a seguir, aunque a Katsuo le faltaba mucho por aprender y mejorar con respecto a los valores que regían su accionar.

Las damas que lo acompañaban parecían estar nuevamente escaneando el lugar y a los presentes, tal como sucedió en la copa de recepción.

Agustina pasó por su habitación a vestirse con algo acorde al status de los participantes de la Convención y minutos más tarde ingresaba por una de las puertas laterales del gran salón. Se colocó en un lugar estratégico desde donde podía ver si ser vista, detrás de una gruesa columna y un macetero con plantas altas. Las kokeshi actuaban extrañas, aunque no lo notaría el común de la gente, sólo quienes supieran que no eran humanas, ella y Fabio, por ejemplo. “Fabio”, pensó Agustina con un dejo de nostalgia. Casi dos días habían pasado desde la última vez que estuvo con él, realmente lo extrañaba y ansiaba poder deslumbrarse con su mirada, su sonrisa, su voz, sus labios... Mientras pensaba en el hombre con el que soñaba, Agus dejó de observar a los presentes y apenas escuchó lo que sucedía.

Luego de Ferrini, tomó la palabra uno de los encargados de la organización y dijo:

—Llegó el momento de premiar a las cinco empresas merecedoras del respeto y la distinsión por parte de todos los integrantes de la Asociación Mundial de Jugueteros. Ellas son las que durante los últimos tres años con esfuerzo y dedicación llegaron a cumplir sus objetivos, respetando las normas y disposiciones de la buena industria de los juguetes...

Al mismo tiempo que el encargado de condecorar a las cinco mejores compañías seguía explicando las razones del merecimiento de los galardones, Fabio notó que Katsuo se removía incómodo en su silla y sus robots con disimulo le hablaban al oído.

Las nominaciones se leyeron en orden ascendente, las cuatro compañías que precedieron a la número uno fueron de España, China, Argentina y Estados Unidos respectivamente.

—Ahora sí, la empresa líder en ventas y con un funcionamiento intachable, profesional, ético y respetuoso de sus consumidores, merecedora por segunda vez consecutiva de este premio y primera en el ranking de empresas: ¡Baby-Spielzeug!

La mayoría de los presentes se pusieron de pie para aplaudir a la empresa estrella, el ejemplo a seguir y el sueño de todas las demás compañías. Anque hubo varias miradas resentidas y cargadas de envidia, entre ellas la de KatsuoTanaka, quien se puso de pie y con brusquedad intentó huir de las caras de regocijo de los alemanes, hecho que no pasó inadvertido ni a Lucas ni a Agustina.

Uno de los directivos más jóvenes de Baby-Spielzeug se encontraba de camino al frente cuando interceptó la mirada iracunda del japonés. Ya estaba cansado de la falta de respeto de la que ese sujeto hacía gala y no lo dejaría retirar tan campante.

— ¿Adónde vas, Tanaka? ¿No puedes demostrar un poco de respeto alguna vez? –preguntó con desafío el alemán.

Katsuo no se esperaba el enfrentamiento y sus facciones se convirtieron en pocos segundos en una máscara de ira y frialdad al mismo tiempo. Decidió evitar al hombre, quien a su vez no quería ser evitado. El intento de forcejeo se vio frustrado por las férreas manos de las mujeres robotizadas, que apresaron ambos brazos del exaltado directivo, impidiéndole así que tocara al japonés.

—No te atrevas a poner tus manos sobre nuestro jefe… -expresó una de las kokeshi con una voz tenue, pero firme  y con un deje metálico.

Lucas en dos minutos esquivó a los festejantes y llegó al lado del alemán, mirando con dureza a ambas féminas e instándolas a que se alejaran cuanto antes del salón. No quería llamar la atención de los presentes porque irían contra el japonés y le darían más motivos a su rencor, entonces actuó con cautela.

—Señoritas, les recomiendo que se retiren y que se lleven a dar una vuelta a Tanaka. La reunión ha finalizado para ustedes tres.

Ambas miraron a Lucas con un par de ojos vidriosos que no reflejaban sus intenciones. Lucas se mantuvo firme y ellas quitaron lentamente su agarre de los brazos del directivo.

—Tienes agallas… pero no querrás enfadar a mis chicas… -dijo Tanaka entre dientes cerca del oído del gerente de C.E.S. y luego se dirigió al alemán- Y tú, es la última vez que te atreves a increparme.

Destilando furia y aires de superioridad los tres japoneses se marcharon con cierta reticencia, destinándoles un último vistazo amenazante antes de desaparecer por las puertas de doble hoja del salón.

Sólo unos pocos participantes de la reunión presenciaron la escena, el resto estaba concentrado presenciando la premiación.

—Gracias, Seagal. No sé cómo pude dejarme llevar por mi desprecio, ese sujeto no se merece mi atención, ni siquiera de este modo –dijo el alemán mientras se frotaba los brazos adoloridos por la presión de las manos delgadas y duras de las robots.

—Mantente lejos de su mira, no es un sujeto amable y ellas menos aún –puntualizó con preocupación y para relajar la tensión finalizó-. Te están esperando allá adelante, disfruta del festejo.

Al instante, Lucas se comunicó con Marcos González para saber si las cámaras habían filmado bien la escena.

—Lo vimos con claridad, está todo grabado. Esas mujeres son sorprendentes –respondió Marcos con admiración y temor ante aquellos seres robotizados.

—Envíale una copia al canadiense para que la una a la información provista por las filmaciones que obtuve del galpón de la calle Ruggieri.

Una vez cumplidas sus obligaciones y seguro de que el clima reinante en el salón era agradable, Lucas se relajó y se sentó a beber algo fresco.

—Fabio… ¿otra vez por acá? –preguntó Agustina con fingida sorpresa, ya lo había visto actuar en defensa del hombre que discutía con Tanaka veinte minutos antes. Luego, lo había observado desde las sombras deleitándose con sus movimientos y sus actitudes medidas y profesionales.

—Tampoco esperaba verte en esta reunión privada… -comentó el joven con ironía remarcando la última palabra.

Él se puso de pie para intimidarla y agachó la cabeza para mirarla de cerca a los ojos y sentir su respiración en los labios. Estaba muy hermosa con el vestido negro ceñido a su esbelto cuerpo y no tenía maquillaje alguno manchando sus delicadas facciones. El deseo mutuo se palpaba en el aire, aunque tenían mucho de qué hablar, en ese momento ninguno de los dos pensaba en ello. Sus mentes y sus cuerpos anhelaban encontrarse a solas en un lugar donde poder sentir la cercanía en la piel.

Enseguida, una voz familiar los sacó de la ensoñación.

—Lucas. Agustina –nombró con cierto asombro Justino- Hija, más tarde me dirás cómo te colaste en esta reunión, pero ahora quiero aprovechar a presentarte al gerente de la compañía de mi amigo Bermúdez: Lucas Seagal –finalizó posando su mano en el hombro del nombrado.

Los ojos de Agustina se agrandaron por la sorpresa y un asomo de desilusión opacó su brillo: acababa de confirmar su sospecha sobre la falsa identidad de Fabio…

Los juguetes de Katsuo/Por Dolly GerasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora