Capítulo 38: Una aguja en un pajar

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No puede ser, esto está llegando a su fin... :c En fin, los dejo leer <3

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El mar no tiene caminos, el mar no tiene explicaciones. 

¿De qué forma tan sencilla habría surgido la idea de lanzar los cuerpos al mar? Tal vez nadie lo habría sospechado en aquel entonces. Probablemente allanaron su mansión después de los hechos, y no habrían encontrado nada de igual forma. Recuerdo que Charles me dijo que, al momento de despertar como fantasma, vio a Lord Aldrich llevarse los cuerpos en un carruaje, y no lo pudo seguir debido a que en ese momento no pudo salir de la mansión. La intriga de cuál era el lugar final de descanso de su familia lo atormentó por siglos, y ahora que sabe la verdad, no puedo lograr descifrar su expresión.

Está sentado, mirando al vacío. La discusión ha cesado de repente y el silencio incómodo reina en el comedor. Quisiera confortarlo, calmar sus pensamientos turbios, pero sé que no es el momento. Me observa por un instante, con la mirada perdida. Aquellos orbes azules no brillan con la misma fuerza de siempre, y no puedo ni imaginar lo que ha de estar sintiendo en este momento. No hay lágrimas, sin embargo; ni tristeza. Simplemente no hay nada. Tal vez era lo que esperaba, en el momento que esperaba; o tal vez no. Sus ojos me dicen algo, y yo lo entiendo. Asiento, regalándole una suave sonrisa, mientras se levanta, se disculpa y sale de la habitación.

Sé a dónde se dirige, y quiero seguirlo. Pero todas las miradas están ahora puestas sobre mí, y no encuentro palabras para decir. Papá me observa, suspira y hace ademán de decir algo, pero no dice nada.

Los demás sólo se dan miradas incómodas entre sí. He de suponer que este descubrimiento es sorprendente. Realmente se puede decir que las pistas estuvieron frente a nuestras narices todo aquel tiempo en la mansión Aldrich. No obstante, más que fascinación siento decepción; decepción en la humanidad, en los hombres. La forma en la que alguien es capaz de deshonrar incluso la muerte, eso me sorprende más.

Ahora la cuestión es otra. Papá parece pensar lo mismo, porque dice:

—Saben que encontrar algo en el mar es como tratar de encontrar una aguja en un pajar —Se levanta con expresión cansada, y comienza a observa el cuadro de peras del comedor—. No se puede reducir la búsqueda a una pequeña porción de agua ni siquiera. Siglos de mareas y olas probablemente han llevado lejos los cuerpos, o los cajones... Donde sea que los haya metido antes de lanzarlos.

—Bueno, si lanzó los cuerpos sin más, sin meterlos en alguna especie de caja o sarcófago, puedes irte olvidando de la idea de encontrarlos, Emma —opina Danielle, dándome una mirada triste—. Creo que comprenderás que en el agua hay criaturas, y...

Levanto la mano pidiéndole que no diga más. La imagen de los cuerpos de los Pemberton siendo devorados por animales marinos no es la mejor escena que pueda imaginar mi mente en este momento. Siento náuseas por un instante, acompañadas de un sentimiento de rendición. De nada nos sirve saber dónde están los cuerpos si la posibilidad de encontrarlos es prácticamente nula. ¿No tendrán sepultura cristiana jamás, entonces?

Ella parece entender mi expresión y se estremece en un escalofrío.

—Bueno, si queremos hacer cualquier intento de encontrarlos, primero debemos saber si vale la pena. —continúa Danielle.

—Por supuesto que vale la pena —respondo—. Por qué dices...

—No, no. Ella tiene razón, hija. No podemos pretender buscar un montón de huesos en el mar. Primero debemos saber si él los metió en alguna caja, en algún contenedor. De otra forma, esta búsqueda no tendrá sentido. Imagina haber perdido tu teléfono en el mar, y cien años después querer buscarlo. Sería imposible, hasta puede que no quede rastro de él.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora