»Capítulo 2«

381 47 16
                                    

No. No. No. Definitivamente, eso no podía estar ocurriendo. Después de todo, es imposible que un humano se encoja de pronto, ¿no? Quizá era un sueño, una alucinación. Quizá había sido causado por el golpe. Pero se sentía tan real; la madera bajo su pie descalzo era rasposa, su cabeza dolía como el infierno y cómo Alphonse le sacudía se sentía tan... real.

Si ese era el caso, ¿por qué se veía como cuando tenía 15? Incluso sus automail se habían adaptado a su tamaño, y su rostro y voz se habían aniñado. ¿Ahora cómo podría convencer a todos de que él era el hermano mayor? De acuerdo, quizá no era la mayor de sus prioridades, pero su orgullo le preocupaba. ¿Qué dirían todos?

Por Dios, ¿qué diría Roy? Seguramente no dejaría de reírse de él y recordarle el poco tamaño que tenía ahora. Y eso que por fin había conseguido superarlo. O tal vez simplemente le diera sus condolencias... poco probable. ¿Y qué diría su maestra? ¿"Pequeño niño cabezota"? No es que fuera tan original, pero...

Sus manos sujetaban su cabeza en un intento por comprender la complejidad de la situación. ¿Por qué?

Una mano en su hombro le hizo levantar la vista una vez más. Su hermano estaba frente a él. Dijo algo, pero, nuevamente, no pudo comprender. Frotó sus sienes, tratando de calmar las voces que no le dejaban en paz. Tuvo que estar así varios minutos para que las voces por fin se calmaran un poco. Levanto la vista, pero nadie estaba ahí; seguramente se había quedado dormido o demasiado metido en sus pensamientos como para darse cuenta que se habían alejado de él.

Se levantó de la silla y comenzó a deambular sin rumbo. Pasó por cada habitación, admirando cada detalle como si fuera la última vez que los viera, guardando todas las sensaciones que evocaban, y asegurándose que el recuerdo pudiera permanecer intacto.

Subió y bajó las escaleras por las que se había caído, pensando que aquella vez no lo se tropezaría, y llegando a la cocina luego de tal viaje. Nadie dijo nada, y se limitaron a mirarlo de pie mientras tomaba una pequeña olla, calentaba agua y preparaba algo de café. Todos estaban confundidos, hasta Alphonse que estaba llamando a alguien de pie y al que le colgó inmediatamente después de que su hermano entrase, más por el repentino cambio de altura de Edward que por el hecho de que quería prepararse un café a mediodía.

Y el silencio se rompió con su propia voz, que parecía entrar en la cabeza de todos como si miles de voces resonaran —Winry —sorprendida, la rubia miró los penetrantes ojos dorados del rubio, mientras éste la miraba con desgano —, ¿dónde hay tazas?

Algo aturdida, la mencionada miró a Alphonse y a su abuela, quienes sólo le devolvieron miradas de incredulidad. Como si mirara un partido de tenis, sus ojos se dirigían entre el desganado Edward y la esperanza de una respuesta por parte de los otros presentes. Su abuela, quien se encontraba anotando unas cosas en una libretita, se encogió de hombros. Suspiró luego de un par de segundos —Lo siento, Ed, voy a buscarte una —se puso de pie y se dirigió a un mueble alto, donde comenzó a buscar.

El rostro de Edward se volvió a su hermano, mientras se acercaba a él y colocaba su cabeza en su pecho. Al principio, Alphonse se mantuvo algo exaltado por la forma de actuar de su hermano, pero decidió que lo que quería era una pequeña muestra de cariño, por lo que acarició su cabeza de forma delicada. Y la reacción obtenida fue completamente la opuesta a la que imaginaba.

El mayor levantó el rostro, enrojecido por la vergüenza, y miró al menor directamente a los ojos —¡Escúchame, Al! Que venga a ti con la cabeza gacha y la coloque en tu pecho no significa que requiera tu atención, ¡no soy un niño!

Tal impulso de emociones obligó al de cabello corto a sentarse en la silla contigua a donde se encontraba Pinako. Edward hizo lo mismo, pero en la silla al lado de su hermano.

—No, Edward, ni una taza —fue lo que Winry dijo finalmente, secando algo de sudor debido al calor generado por el Sol que aquella hora del día y la sofocante sensación que una cocina tiene normalmente. El mencionado frunció un poco el ceño, molesto porque su café se enfriaría, antes de que la ojiazul volviera a tomar la palabra —. Desearía tener aunque sea algo para servirme agua

Alphonse mostró una sonrisa cortés —No te preocupes, Winry, iré a conseguir un- —pero no pudo terminar la oración, puesto que Edward, aunque con la mirada al infinito, había roto la atmósfera con un aplauso. Antes de tener tiempo para preguntarle, sus manos fueron a la mesa de madera frente a ellos y la tocaron.

Una luz inundó el lugar, similar a cuando se realizaba algún tipo de alquimia, y cegó a todos. Fueron unos segundos después que se escuchó el golpe de madera cayendo. Un vaso perfecto había sido formado.

Impactado, Edward miró sus manos impares. Su alquimia. ¡¿Qué diablos había intercambiado para obtener a Alphonse?! ¡¿Su altura?! Seguramente, ¡a La Verdad le encantaba hacer ironías! ¡¿Qué mejor ironía que esa?! ¡Llevarse su precida altura ganada justamente, su madurez!, incluso juraba poder escuchar cómo se reía en su cara. Pero él recordaba perfectamente el cómo La Verdad le había dicho que tendría que perder su habilidad preciada, ¿por qué aún la conservaba? Y más importante, ¿por qué la había usado cuando Winry deseó un recipiente? Volvió a intentar realizar alquimia, pero no ocurrió nada.

Golpeó su frente contra la mesa y volvió a incorporarse; repitió el proceso un par de veces más, haciendo que los presentes se sorprendieram. Quizá así despertaría de esa pesadilla. Aún cuando una pequeña mancha de sangre se formó, no hubo nada que le indicase que eso era un sueño.

Las cálidas manos de su hermano le detuvieron antes de que pudiera seguir con la acción. Su voz se hizo sonar —¡Hermano, detente! —suplicó el menor, mientras tocaba con su mano izquierda la frente del rubio más pequeño en tamaño, limpiando un poco de la sangre que había dejado con su desastre.

Asintiendo y viendo cómo su hermano se levantaba a buscar un trapo para limpiar todo, Edward pudo comprender que después todo, las cosas estaban bien.

Mientras Alphonse estuviera ahí, todo estaría bien.

God's Alchemy » Fullmetal Alchemist ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora