CAPÍTULO 4 (reescrito)

225K 15.9K 8.9K
                                    

Me estaba volviendo paranoica. Ya no había vuelta atrás. Desde que había descubierto que Danielle no tenía nada que ver con el chico loco que decía ser invisible e ir a Hogwarts (en realidad solo decía hacer magia, pero para el caso patatas), mis sentidos vivían en una alerta constante.

No podía ni ir al baño sin mirar si había alguien escondido detrás de la cortina de la ducha. Oye, ¿quién me dice que no es un psicópata asesino que invade casas ajenas?

Y si ese era mi comportamiento en mi propio hogar, el lugar donde más segura debería sentirme, no os imagináis cómo era en la calle. Cada dos por tres miraba hacia todos lados, pero no al suelo sino a las caras de las personas por si volvía a toparme con aquellos ojos azules. El problema de todo esto es que por no estar atenta a por dónde caminaba me había comido basureros unas cuantas veces, por no hablar de las que me estampé contra alguna pared que se había interpuesto en mi camino.

—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? —Preguntó Danielle con preocupación.

Estábamos a la salida de la boca de metro que ella iba a tomar para ir a casa. Habíamos ido juntas de compras para mirar un regalo de cumpleaños para Jordan. Iba a hacer quince años y sus padres le habían dado permiso para celebrar una fiesta en casa con unos pocos amigos.

Dani no estaba muy contenta porque le tocaría hacer de carabina, pero eso nos daba una excusa para comer dulces y distraernos mientras impedíamos que Jordan y sus amigos colasen alcohol en casa. Era divertido ver como alguno se amedrentaba con nosotras, solo porque éramos un año mayores, cuando ellos nos sacaban una cabeza de altura.

—No, solo son diez minutos caminando de aquí a la universidad —repliqué y sacudí la cabeza, como si así pudiera convencerme a mí misma—. No pasará nada.

Estaba preocupada por mí, pero no podía culparla. Había aparecido en la tienda donde habíamos quedado cojeando porque un señor mayor me había clavado el paraguas en la bota cuando tropecé contra él. Fue una venganza demasiado dura. Y mientras tomábamos un café creí ver al chico loco espiándonos y me sobresalté, tirando todo el café en la mesa y sobre parte de nuestra ropa.

Al menos no se había enfadado por estropear su cazadora favorita.

—¿De verdad? —Insistió, y puso una mano sobre mi hombro para darme coraje.

Mierda, si continuaba preguntándome no me atrevería a irme de su lado nunca.

Me limité a asentir y Dani me dio un abrazo antes de irse. La bolsa en la que llevaba el regalo de Jordan me dio en el hombro y se enredó un poco en el pelo cuando la apartó, llevándose varios mechones.

—¡Nos vemos en clase! —Se despidió.

—Escríbeme un mensaje cuando llegues a casa —añadí mientras veía cómo desaparecía escaleras abajo en la boca de metro.

Con la mano todavía en la parte de la cabeza de donde la bolsa del mal me había arrancado parte del pelo, me giré, tomé aire y emprendí mi camino hacia la universidad. Había quedado allí con mi padre, que tenía horario un par de clases en horario de tarde. El plan era pasar a por un poco de comida china para cenar. Si iba con él me dejaba pedir extra de salsa agridulce.

El cielo ya hacía rato que había empezado a oscurecer y era muy probable que, para la hora en que llegase a la universidad, ya fuese totalmente de noche. Por fortuna eso no importaba en Nueva York, ni que el cielo amenazase con volver a dejar caer una tromba de agua sobre nuestras cabezas. En la calle siempre había gente.

Demasiada, y también demasiadas cabezas rubias.

Mierda, tenía que caminar más rápido.

E iba tan centrada en llegar a mi destino, fijándome en las personas pero no en apartarme de ellas, que terminó pasando lo inevitable. En lugar de estrellarme contra una papelera lo hice contra un humano. Y le tiré el café en encima.

El sexy chico invisible que duerme en mi cama  © | REESCRIBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora