Primera noche en ciudad Maravilla.
La lluvia caía sobre los tejados. O en realidad, no. Solo era agua que chorreaba de un balcón y que salpicaba la ventana junto a la cual Piff estaba sentado, contribuyendo oportunamente a resaltar el aspecto melodramático de su situación.
Otra vez se había entregado a las copas.
Y sí que había sido difícil encontrar un bar de copas en esa ciudad.
—Los habitantes de este mundo no saben apreciar un juego elegante —masculló Piff con la voz apagada mientras apilaba tres copas, una encima de la otra.
—Oye... ¿No crees que ya has tenido suficiente con las copas? —intervino Gálax con prudencia—. ¿Por qué no nos vamos a buscar un lugar donde dormir?
—No tengo sueño.
—Aún así te vendría bien descansar un poco. Ha sido un día muy largo.
—Las copas me ayudan a relajarme.
—Ya lo sé, pero... —Gálax no estaba seguro de cómo aconsejar a su amigo para que no acabara en un estallido. No era bueno consolando. Además, él tenía sus propios embrollos en la cabeza, y nada le vendría mejor en ese momento que dejar a Piff durmiendo en un hostal y salir a estrangular aunque sea a una monja—. Vamos, estoy seguro de que mañana por la mañana estoy se nos ocurrirá algo.
—¿Algo como qué? ¿Regresar a Papaya Sombrero? ¿Regresar el tiempo un año atrás?
El tono de Piff era serio.
Y tenía sus buenas razones.
«Esto está mal», pensó el asesino.
El mundo era un lugar impredecible. Y Gálax sabía que eso siempre significaba "impredecible para mal".
Lo que aquel día había deparado para el pobre Piff fue un trago bien amargo de realidad...
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Ni bien habían descubierto el mural ostentoso de Emilse, los compañeros se lanzaron a correr rumbo al coliseo de la ciudad. Claro que antes de llegar dieron una cuantas vueltas, pues ninguno de los dos sabía adónde quedaba, o cómo guiarse a través de las calles populosas de la capital.
No tardaron en descubrir que aquel mural no era el único que había. Al parecer, Emilse Misil era toda una celebridad local gracias a sus hazañas en la arena de combate, habiéndose convertido en la campeona del último torneo anual.
—¿Emilse? ¡Claro que la conozco! Esa chica diabólica no deja enemigo en pie.
—¡Adoro a Emilse! Una vez se montó sobre un tiburón y lo obligó a atacar a sus adversarios.
—¿Sabían que Emilse se alimenta de la sangre de sus rivales caídos? Bueno, eso me contó mi hijo... No sé si será cierto, ¡pero cualquier cosa puede esperarse cuando se trata de ella!
Cada comentario que llegaba a oídos de Piff era peor que el anterior. La persona que todo el mundo admiraba y describía no se parecía en nada a su Emilse. Su Emilse era una testeadora de catapultas que disfrutaba pintando paisajes y haciendo música. Una vez arrojó cerdos con una de sus máquinas, sí... ¿Pero quién no ha hecho algo como eso? Bueno, Piff no... ¡Pero tenía que haber una explicación para todo! ¡Tenía que ser una gran, enorme, gigantesca equivocación!
Llegaron jadeantes hasta el coliseo, una obra imponente que resaltaba por encima de todos los edificios y construcciones de la zona. Las columnas que lo sostenían eran más altas y gruesas que el árbol más grueso y alto. Los estandartes rojos invitaban a la acción y el olor a lucha caminaba entre ellos como un gladiador apestando sudor.
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Bájame la luna y el cielo se caerá
AdventureEsta es la historia de Piff Dandelión y su viaje para encontrarse con su amiga por correspondencia, Emilse Misil, cuyas cartas un día dejan abruptamente de llegar. Los problemas empezarán cuando arribe a la capital del mundo de la Espuma, donde por...