Cap. 50: ¡No seas tan pesimista!

333K 8.8K 1.9K
                                    

Capítulo 50

¡No seas tan pesimista!

—Pero qué carajos —dijo Edward atragantándose con la sopa que la enfermera le llevaba. Estaba más renovado, más limpio, más feliz, ya tenía color, sus heridas estaban sanando muy bien, su cabello y su rostro volvían a ser los mismos, su sonrisa ahora era más constante, su voz igual de perfecta. Estaba muy bien y eso me encantaba.

—Lo sé, increíble ¿no? Me dijo todo, todo, todo. No creo que sea una bruja, era demasiado buena para eso.

—¿Entonces qué es para ti? —dijo Edward y se metió una cucharada a la boca—. Yo no le veo más explicación, era una bruja.

—Yo digo que fue un ángel.

—Tú y tus temas de ángeles, Valerie, ahora no me vengas con que era la mamá de Patch.

Solté una carcajada inmensamente grande y me acosté sobre sus piernas de la risa.

—No —dije soltando mis últimas carcajadas—. De verdad, creo que era un ángel, a veces, Dios nos pone angelitos en el camino para guiarnos hacia un buen porvenir, tal vez eso fue lo que pasó contigo.

—Yo no vi a nadie, no estoy tan loco como tú.

Sonreí —No, cuando el del taxi me iba a violar, tú me ayudaste a escapar de él, tú me mostraste el camino, tú estuviste ahí salvando mi vida como sueles hacerlo, y sí, obviamente no eras tú porque seguías acá, pero era tu… ¿alma, espíritu? Yo que sé, el caso fue que Dios te puso ahí para ayudarme, eso es lo que hace Dios, nos ayuda de diferentes formas, nos pone la plastilina si queremos hacer algo, pero nosotros somos la que la moldeamos ¿ves? Sencillo, la buena y la mala suerte no existen, simplemente cada uno construye su “suerte”.

Edward se quedó mirándome fijamente con la cuchara en su boca y con sus ojos azules reposados en mí como si hubiese acabado de revelar el secreto más guardado.

—Creo que te afectó ver a esa anciana.

Me reí y le pegué un pequeño puño en el brazo.

—Es en serio, tómalo en cuenta para tu vida.

Siguió terminando su sopa la cual tomaba con mucho gusto “ajá” dijo como si yo estuviera loca, separó su plato de sopa y me abrió los brazos para que le diera un abrazo, me acerqué y lo abracé con profundo amor, pero no amor del que creen, el amor de alguien a quien aprecio por ser tan especial conmigo, por darme todos esos momentos de profunda felicidad, por ser tan lindo, por ser mi amigo, con ese amor con el que sentimos al ver a un amigo importante, con ese amor.

Nos quedamos así un tiempo y la enfermera interrumpió para hacerle el examen general a Ed, mirar signos vitales, sangre, bla, bla, bla un montón de cosas que no entendía pero que al fin y al cabo no duraron demasiado.

—Edward, ¿sabes que te quiero? —dije mirándolo y tomándolo de una mano.

—Sí, pero yo más.

—¿Sabes en qué sentido te quiero?

Suspiró apretando sus labios con desilusión. —Creo que no es en el sentido que yo quiero.

—No lo tomes a mal, creo que por fin tengo que tomar una decisión en mi vida, y es hora de decírtelo.

—¿Qué, que estás con Nick?

Cerré los ojos y boté el aire que llevaba aguantando.

—Sí, pero no creo que sea por mucho —dije con esfuerzo.

Mi Hermanastro, el cuarto de los deseos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora