Capítulo 11: Buzón sin destino

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Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta.


Elías Canetti


                                                               † † †



- ¡Vamos levanta! - oí mientras me sacudían con fuerza.


Me desperté de forma desagradable. Miré hacia la responsable de la sacudida. Veronica, despeinada, me gritaba y sacudía como una loca.


- ¿Qué ocurre? - dije, mientras me incorporaba con rapidez.


- Ha desaparecido.


- ¿¡Quién!? - me desperté del todo.


- ¡La mitad del desayuno! Vamos abajo o Alex se lo comerá todo.


Seguidamente, Veronica bajó a toda prisa. Volví a caer a la cama del alivio, suspirando profundamente. "Menudos despertares tengo últimamente."

Oí unos golpecitos en la puerta. Miré hacia allí, y vi el rostro de Jack asomarse a la habitación.


- ¿Se puede? - preguntó.


- Sí, tranquilo. Llevo el pijama puesto. - Me incorporé de nuevo, y me "peiné" el pelo con los dedos, para estar algo más presentable ante la visita.

Jack andó hacia mí, con una camiseta corta negra ajustada y unos pantalones negros largos con unas rayas grises tenues. No llevaba calzado alguno. Su pelo algo alborotado le daba un toque rebelde muy atractivo, de igual modo que su perilla. Se sentó a un lado de la cama.


- ¿Cómo has dormido? - me preguntó, con una mirada enternecedora. Esa mirada me puso algo nerviosa.


- Pues me costó dormirme, la verdad.


- ¿Fue culpa de Veronica? Sé que ronca un poco. - dijo, riéndose.


- Ah no, fueron mis pensamientos los que no me dejaban dormir.


- ¿En qué pensabas?


- En lo que vimos anoche. En esa persona que estaba en ese lugar. El que huyó al saber de nuestra presencia.


- Ah, comprendo. - su rostro cambió de expresión, por una más seria y calculadora. - No te preocupes por eso, no creo que vuelva después del susto que le debimos dar nosotros a él también. Recuerda nuestra máscara pálida. - se rió.


- Tienes razón. - sonreí. - Seguro que no le veremos más. Gracias por calmar mis miedos.


- No es nada. Gracias a tí por contar...


Unos golpes en la puerta interrumpieron la frase de Jack. Eric nos miraba desde el umbral, con su delgado torso desnudo, sin vello, unos pantalones negros que parecían de seda y unas zapatillas negras. Llevaba el pelo recogido con una coleta, y los mechones de delante sueltos. Su rostro perfectamente acicalado estaba acompañado de una mirada llena de enojo. Me asusté un poco.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora