neptuno.

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"Al mar no le gusta que lo contengan."

Neptuno, la última en llegar. Apareció poco a poco, casi sin que nadie se diera cuenta. Sin embargo, llegó con fuerza. Y llegó para quedarse.

Neptuno era el océano. Cuando estaba en calma, era el verano. La risas sin miedo hasta quedarse sin aire. Días de sol, de amor y de soluciones simples. Canciones a cualquier hora.

Pero cuando el mar se agitaba, la historia era completamente distinta. Neptuno podía destruirlo todo con sólo tocarlo. Sus palabras eran flechas imposibles de sacar. Era peligrosa, caprichosa, letal. Merecía ser temida y ella lo sabía. Ese era su poder.

Neptuno escondía un millón de secretos. Sólo unos cuantos habían sido capaces de ver el abismo, de ver los barcos hundidos cargados de tesoros en el fondo de aquel mar. Las emociones eran palabras desconocidas para Neptuno, que hacía tiempo que había dejado de intentar ser escuchada.

La más lejana, la más fría, la más sola.

Neptuno había aprendido a esconderse debajo de las olas, impidiendo que muchos se atreviesen a entrar. Protegiéndose de un daño que sabía que llegaría. Siempre llegaba. Se rompía contra los acantilados sin poder impedirlo; a veces porque la deriva la empujaba hasta allí. A veces porque ella misma se dejaba llevar.

Le pregunté al tiempo el motivo de tanta ira en sus ojos azules. No obtuve respuesta, pero tampoco la necesitaba. Al fin y al cabo, yo misma dejaba escapar aquella misma mirada afilada un instante antes del incendio.

Nos inventamos un lenguaje secreto, en el que cada palabra tenía un significado detrás. La complicidad de los perdidos.

Neptuno soñaba con tener alas. Aguardaba la llegada del día en el que pudiera marcharse, encontrar un lugar en el que pudiese ser quién quisiera y no quién le habían dicho que tenía que ser. Le habían puesto fronteras a su inmensidad, y ella sabía que no serían suficientes.

Neptuno llevaba mucho tiempo tratando de encajar en un molde que no era suyo. Sabía que la hora estaba a punto de llegar.

Se alzaría, valiente y poderosa, para gritar su nombre y demostrarle al mundo que ni un millón de grilletes podrían mantenerla atrapada.

Un desastre natural se avecinaba.

La belleza del caos.

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