◦9◦

2.6K 174 22
                                    

Luego de ese encuentro tan poco grato con esa mujer, Kaghome se quedo en la sala de empleados tomándose un te para tranquilizarse. La verdad era que ese encuentro la había afectado mas de lo que quería admitir. 

- Maldita perra loca - Murmuro para si misma, sintiendo el dolor el su cuero cabelludo. 

- Panda - La azabache miro a su amiga que aun tenia esa expresión preocupada en el rostro. 

- Estoy bien, San. No te preocupes. Ya paso. 

- Lo se - Se acerco a su lado, sentándose junto a ella - Pero aun así, me preocupas, no solo por el daño físico.

- La verdad es que tengo miedo. Ha pasado poco tiempo, pero Inuyasha es muy importante para mi - Murmuro, mirando directo a sus pies. Nunca había sido una chica romántica y charlar sobre estos temas se le dificultaba. 

- Te conozco, Kag - Con delicadeza la abrazo por los hombros, apoyando su cabeza sobre la de ella - Tomate el día. 

- ¿Que? - La miro fijamente y comenzó a negar con su cabeza - No, te quedarías sola. 

- Claro que no, tontita. Miroku viene en camino a ayudarme. 

- Ho Sango - Se tiro a sus brazos, apretándola contra su cuerpo - Eres la mejor. 

- Lo se - Bromeo y le devolvió ese gesto - Ve con tu hombre y dale muchos besos. 

- Pero esta en el trabajo en este momento. 

- ¿Y? Eres prácticamente la señora Taisho, tiene derecho a ir a verlo al trabajo. 

- ¿Y si no le agrada la idea?

- Por favor, tonta. Seguro amara follarte sobre su escritorio - Con una sonrisa picara comenzó a subir y bajar ambas cejas, haciendo reír a carcajadas a su amiga. 

- ¡Eres una zorra! 

- Lo se. Y a mi novio le encanta - Se paro, guiñándole un ojo - Ve. Necesitas de Inuyasha.

- Gracias, osita - La abrazo por ultima vez y salio corriendo hacia la salida. Con rapidez subió a su moto, entrando en la duda de si ir a cambiarse o no, pero era tanta la necesidad que tenia de sentir los brazos de su ojidorado, que desistió de esa idea. No estaba bien ir a verlo con el uniforme de trabajo, pero sus ansias eran mas fuertes. 

Sabia, gracias a que lo había hablado con él, que su edificio era un punto de referencia en la ciudad. Alto, imponente y todo vidriado. Pieza única entre todos. Y, aunque le costara, subiría a ver a Inuyasha. 

Al llegar a destino y estacionar su preciado vehículo, camino con paso seguro hacia donde estaban las empleadas de recepción. Las tres eran preciosas, esbeltas y rubias, ¿Por que tenían que ser rubias?

- Buenas tardes, señorita - Una de las tres la atendió, mirándola con altivez, lo que no le gusto nada - ¿En que puedo ayudarla?

- Necesito ver al señor Inuyasha Taisho - Ante esa confesión, la rubia sonrió con burla, soportando la risa.

- ¿Tiene usted una cita?

- Claro que no. Con solo decir mi nombre él me dejara pasar.

- Mire, señorita, no se que clase de delirio tiene usted, pero el señor Taisho se encuentra muy ocupado como para cumplir sus caprichos. Por favor, retírese - Kaghome la miro fijamente, asesinándola con sus ojos, pero no dijo nada. Solamente se digno a dar un paso atrás, tomar su celular y comenzar a escribir un mensaje - ¿Podría retirarse? No me haga llamar a seguridad - Nuevamente, la azabache la miro, pero la ignoro.

Arreglando corazones ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora