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Cerró lentamente la puerta tras de sí y no pudo aguantar su alegría al verla. Ella se levantó sabiendo lo que pasaría ahora. Ambos ex agentes de SHIELD se abrazaron como si no hubiera un mañana. La ahora rubia, Natasha Romanoff, agarraba fuertemente la espalda de aquel soldado y él, hundía su rostro en el cuello de ella.

El abrazo duró harto tiempo. Ninguno de los dos se quería separar. Steve creía estar viviendo un sueño y no quería despertarse. Pero era real, tan real como la pequeña palmada que Natasha le estaba dando para que se vieran a los ojos. Él la soltó y se encontró con aquellos orbes de color esmeralda que tanto extrañaba.

—Lindo color —dijo Steve refiriéndose a su cabello. Ella sonrió con ese comentario, observando el rostro del ex soldado.

—Linda barba.

Steve y Natasha tomaron sus tazas de café y se sentaron en el pequeño y acogedor sillón que el rubio tenía en su humilde morada.

Hacía frío aún. La salamandra estaba recién calentando toda la casa. El rubio trajo de su habitación una colcha para tapar a su compañera. Ella agradeció el gesto y lo invitó a sentarse a su lado.

—Buen lugar escogiste para esconderte. En medio de un frondoso bosque —lo aduló.

—Me acordé de ti, cuando decías que ocultarse era algo complicado —dijo—. Y recordé que, en una tarde de copas con Stark le dijiste "Por qué mejor no te vas lejos, a los Alpes suizos por ejemplo" y bueno —hizo una pausa—. Aquí estoy.

—No puedo creer que te hayas acordado de esa referencia.

—Pues créelo. —Steve observó la ventana del pequeño cuarto de estar. Estaba semi abierta. Con razón no estaba calentando la casa. Se levantó de su puesto y se dispuso a cerrarla con fuerza—. Esta ventana siempre se me termina abriendo. Tendré que repararla.

—Bueno, este lugar no es tan frío como Rusia —Natasha dejaba la taza encima de la pequeña mesita de centro—. La ventaja es que al menos tienes esa salamandra que le dará calor a esos huesos de noventa y tantos años —Steve se volteó para verle la cara de sarcasmo—.

—No sé por qué extrañaba tus comentarios.

—Mejor admite que me extrañabas a mi.

Hubo un pequeño silencio después de aquel comentario de Natasha. El ex soldado caminó hacia la puerta de su habitación. Quería aprovechar el calor que salía de aquella estufa a leña. Natasha observó como Steve se paseaba por la pequeña casa sin dejar de lado aquel aspecto. Lo veía agotado, quizás hasta unas pequeñas arrugas al lado de cada ojo. Se levantó de su puesto para seguirlo a su cuarto. Veía que protegía las ventanas cerrándolas firmes y corriendo aquellas cortinas color vino.

—Deberías cambiarte, Nat —sugirió Steve—. Debes tener tu ropa húmeda y podrías tener un resfriado y créeme que acá será un poco difícil buscar un hospital.

—Sí —afirmó ella—. Tienes razón. Mis pantalones y mi chaqueta apestan —Le sonrió de vuelta—. ¿Me prestas tu ducha unos momentos?

— Por supuesto.

Dicho esto, Steve abrió el armario para buscar toallas limpias y algo de ropa que ella pudiera usar al menos para dormir. Obviamente no tenía nada femenino para ofrecerle. Se empezó a complicar la existencia cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por su voz.

—No te preocupes, secaré mi ropa al lado de la calefacción y además —fue a la sala y trajo consigo un pequeño bolso de viaje—, en mi bolso tengo algo de ropa interior limpia. Así que sólo debes pasarme alguna camiseta para dormir.

—Siempre preparada. —respondió él—. De todas maneras, si quieres mañana podemos salir temprano a comprar cosas al pueblo. Servirá de paseo.

—Si, buena idea.

Natasha tomó las toallas que el rubio había dejado encima de la cama y sacó de su bolso ropa interior limpia. Se sentó en el borde para poder sacarse los botines y dejarlos a un lado. Luego continuó desabotonando sus vaqueros. Steve notó que su compañera se estaba desnudando prácticamente frente a él. Sintió sus mejillas acalorarse de a poco, así que decidió actuar y pronto.

—Te dejo, para que estés cómoda.

—¿No quieres ducharte conmigo Rogers? —respondió ella de manera coqueta pero burlona a la vez, como solía hacerlo siempre. Obviamente él diría que no. Sólo lo hacía para ver su reacción frente a estas situaciones embarazosas. Él volteó a verla y sólo llevaba puesta su ropa interior en la parte inferior y una camiseta negra de tirantes. Trató de tener compostura y le contestó finalmente.

—Nat...

—Lo sé, sólo vete —pudo observar su sonrisa coqueta y sólo sacudió su cabeza para retirarse.

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.

[Continuará...]

Three Years LaterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora