Capítulo 60

680 38 2
                                    

ALEJANDRA

Había preferido intervenir antes de que aquella chica consiguiera lo que quería, yo confiaba en Jesús, pero había veces que no sabía decir que no, y más de una vez había salido de una discoteca con cinco papelitos, con cinco números de chicas diferentes.

—¿Y tú quién eres? —preguntó la desconocida con un cierto tono de asco en la voz.

Hay querida. Soy tu peor pesadilla. Eso a sonado muy psicópata. Deja de beber ya anda.

—Soy Alejandra. —respondí sonriendo, tratando mentalmente de hacer caso omiso a su rostro maquillado en exceso y su ceño fruncido.

—Aaah. Ya se quién eres. Su amiga, ¿no? —una sonrisa más falsa que sus uñas postizas apareció en sus labios pintados de rojo.

—Oye Ale, vamos con Dani y Nerea. —dijo Jesús, saltando al rescate de ambos.

A decir verdad, yo no habría sabido que decir, la sangre me ardía y lo último que quería hacer era decir toda la verdad, allí mismo, delante de todos.

Lo miré y asentí, muy convencida de que no quería seguir allí, hablando con esa chica desconocida. Jesús pasó entre ambas y agarró mi dedo corazón, entrelazándolo con el suyo, y tirando de mi por detrás de él. Me llevó hasta unos sofás de terciopelo rojo que había en un lateral de la discoteca, una vez allí me sentó a su lado y me miró a los ojos. No sabría decir si estaba serio o preocupado, pero el caso es que no me gustaba su expresión ni un pelo.

—Estabas a punto de decirlo. —dijo con un tono de reproche.

—¿Qué? No. Sabes que no. No sería capaz de hacer eso. —respondí, me empezaba a dar cuenta de que estaba comportándome como una cría de cinco años.

Me miró a los ojos, con una mirada profunda, penetrante y seria, que conseguía que me sintiera increíblemente mal por dentro, aunque yo misma supiera que no había hecho, dicho o pensado hacer o decir nada.

—Voy a tomar el aire. —murmuré con la voz algo quebrada.

Mis ojos escocían, sentía ganas de arrancarlos de sus cuencas e impedir que me echara a llorar delante de todas esas personas, aparentemente, desconocidas. Mi corazón palpitaba rápidamente, no podía asimilar el hecho de que Jesús no confiaba en mí, y que pensara que le estaba mintiendo a la cara. El primer impulso que me vino a la mente fue el de levantarme de un salto y salir de allí corriendo. Me contuve, esperando ver que Jesús decía algo más.

—Vale. —susurró tan bajo que, incluso a mí, que estaba a pocos centímetros de él, me costó entender lo que había dicho.

No voy a negarlo, el alcohol me vuelve más sensible, y eso era algo que odiaba, no podía recibir un insulto sin llorar.

Me levanté con cuidado, asegurándome de que mis pies eran capaces de mantener en equilibrio todo mi cuerpo, para, segundos después, caminar lentamente hacia la salida, abriéndome paso entre la monstruosa masa de gente que se agolpaba en todos los rincones posibles de aquella enorme sala.

Dos bestias en casa. [GEMELIERS] #GBA18kDonde viven las historias. Descúbrelo ahora