20: "La séptima musa" (Helena)

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La siguiente semana transcurrió lentamente, Samuel se esforzaba por evitar que el episodio de aquel día se repitiera, y aunque no tuviera ni las más mínima idea de lo que lo había causado, de alguna manera creía que el pasar más tiempo conmigo y mantener mi mente ocupada me ayudaba, de nuevo, tenía razón.

Los planes para el fin de semana eran simples, iríamos al cine y después disfrutaríamos de "la fiesta de luces" una tradición del pueblo en la que había fuegos artificiales y disfraces coloridos para conmemorar la fundación o algo parecido, en realidad en esos días poco o nada era la atención que ponía a lo que Samuel me decía, en mi mente los recuerdos en el sótano seguían dando vueltas.

(...)

-¿Qué opinas? – no recordaba absolutamente nada de la película que habíamos visto, en cuanto al tema de conversación que de alguna manera habíamos iniciado, en realidad no estaba siendo participe, por lo que no sabía cómo responder al cuestionamiento de Samuel.

-E-Esta bien, supongo – su rostro mostró una expresión de confusión, mientras yo había regresado a mis pensamientos.

-Sí, bien, también quiero comprar un unicornio con pecas moradas y rosas para que Espartaco tenga con quien jugar, ¿Qué te parece? – me preguntaba por qué aún conservaba todo aquello, y había sido capaz de fingir sorpresa al encontrarse con todas sus "musas" en la fiesta de Ismael.

-Si, está muy solo, le hará bien tener un compañero – frenó en seco colocándose frente a mí, yo mantenía la mirada en el suelo y de nueva cuenta me obligó a mirarlo tomándome por los hombros.

-Por favor dímelo – dijo con voz suave tomándome por el mentón y mirándome directamente a los ojos – dime que es lo que te tiene tan alejado de mí – y supe que tenía que contarle toda la verdad, tenía que decirle de una vez.

-Y-Yo... - estaba tartamudeando pero estaba decidido, no podría guardármelo más.

-¡Samu! – una voz interrumpió lo que estaba a punto de decir - ¡Samu, aquí! – se escuchó tras de nosotros, tardamos un par de instantes, dudando sobre si debíamos atender, finalmente ambos giramos buscando el origen de la voz que llamaba a Samuel - ¡Samu! – una chica de más o menos la edad de Samuel se acercaba alegremente a nosotros, era alta y bastante delgada, su piel ligeramente quemada por el sol, ostentaba unas curiosas pecas en las mejillas, ojos grandes y marrones, cabello castaño oscuro extremadamente lacio que llegaba a su hombro y llevaba un tanto despeinado, con un vestido ligero de flores, tenis blancos y una chaqueta de lana, un atuendo que mezclaba el verano y otoño al mismo tiempo; llevaba de la mano a una pequeña niña de unos 4 o 5 años que parecía una pequeña versión de ojos verdes de ella,  quien de inmediato se soltó para correr a los brazos de Samuel.

-¿Qué hacen aquí? – dijo Samuel en tono preocupado acercándose a la chica con la pequeña en brazos – ustedes deberían estar en casa, descansando, y no corriendo de un lado a otro – aquella chica rodo los ojos antes de lanzarse a sus brazos y comenzar a dejar varios besos en su mejilla, besos que él no rechazó y que de inmediato pusieron a hervir mi sangre – Tania, para – dijo entre risas.

-Helena quería venir a ver las luces, ¿no es verdad enana? – dijo la mujer tomando a la niña en brazos, la pequeña simplemente asintió para después decir algo en lo que identifique como lenguaje de señas, Samuel sonrió ampliamente antes de responderle de la misma forma, y de inmediato los celos absurdos que había sentido hace unos instantes, se convirtieron en vergüenza y una necesidad de desaparecer.

-Hola – dije con voz ahogada al sentir la pequeña mano de Helena tirar de mi chaqueta; ella estiró los brazos pidiéndome que la tomara, algo que obedecí de inmediato mientras ella tomaba mi rostro y dejaba suaves caricias.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora