- Parte 2: En tierras Ignotas -

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-¡Ya os tenemos! -dijo uno mientras los apuntaba con el rifle.

-¡Mándale recuerdos a Cthulhu de nuestra parte, bastardo! -dijo otro, que estaba al lado del primero y que los apuntaba con un revólver.

Irwing miró angustiado el rifle que yacía en el suelo.

<<Está demasiado lejos>>, pensó.

-¡Gran maestro, haga algo! -gritó Irwing a Theophilus.

En ese momento un fuerte estruendo sonó a su alrededor y el suelo de roca se quebró bajo los pies de los seguidores del Símbolo Arcano. De la grieta salió una masa de tentáculos negros que agarraron las armas que apuntaban en dirección a Theophilus e Irwing. Los hombres forcejearon y lucharon contra la masa viscosa y reptante, sin que tuvieran posibilidad alguna de salvación. Los tentáculos se enroscaron entorno a ellos y las ventosas se clavaron en sus rostros. Entre gritos aterrorizados, los seguidores del Símbolo Arcano fueron arrastrados a las profundidades del abismo que surgió bajo sus pies.

Irwing, impactado por lo que acaba de contemplar, se volvió hacia Theophilus y preguntó.

-¿Lo-lo ha he-hecho usted?

-¿Que si lo he hecho yo? Eh... esto... ¡Pues claro que sí, mendrugo! ¿Cómo te atreves a dudar de mis poderes?

-¡Lo siento gran maestro! ¡No volveré a dudar de...!

-¡Déjate de excusas y ayúdame a incorporarme!

Irwing volvió a recoger a Theophilus y los dos dejaron atrás la grieta que se había abierto en el suelo. Al cabo de un rato de caminata, salieron de la hondonada y se internaron por un sendero zigzagueante, rodeados por columnas de piedras retorcidas.

-Pero, gran maestro, ¿cómo lo ha hecho? -volvió a insistir Irwing-. Si tuvo antes la oportunidad de lanzar ese hechizo, maldición, invocación o lo que sea, ¿por qué no lo hizo antes?

-No era el momento adecuado, no estaba preparado para ello...

-¿Quiere decir que debía concentrarse, canalizar las fuerzas de nuestro señor sumergido Cthulhu para...?

-Eh... sí, eso. Más o menos...

-¡Aja! Y si es así, ¿Por qué...?

-¡Basta de preguntas! -gritó Theophilus-. ¡¿Desde cuándo un gran maestro debe someterse a tales aclaraciones?!

-¡Sí, gran maestro! -asintió Irwing avergonzado-. ¡Tiene razón!

Tras un rato caminando en silencio, el sendero de piedra los llevó a un gran espacio de terreno abierto, dejando atrás el laberinto de rocas. Contemplaron la gran extensión de tierra yerma, que alcanzaba hasta el horizonte, y las estrellas ignotas colgando en el cielo nocturno.

-Mierda... este paisaje es desolador -murmuró Irwing, cabizbajo.

-¿Con que tú fuiste quien te ocupaste de los seguidores del Símbolo Arcano? ¿Con que tú fuiste quien invocaste a esas criaturas, verdad? -dijo una voz gutural.

Irwing y Theophilus se volvieron. Un figura, apoyada contra una roca grisácea y con los brazos cruzados, los contemplaba con curiosidad. Llevaba una túnica de lino de color hueso, un colgante de plata brillaba sobre su pecho y una corona nemes descansaba sobre su cabeza. Sin embargo, no se percataron de nada de esto, ya que su terrorífico rostro era lo único que llamaba su atención. Un rostro vacio y sin forma.

Los DiscípulosWhere stories live. Discover now