Oro para fisuras

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Le gustaría decir que había transcurrido por lo menos una semana desde el rescate del chico latino, pero no tenía forma de asegurarlo ya que su percepción del tiempo estaba algo distorsionada.

Según los hombres de bata blanca y señoritas con cofia, sólo habían pasado tres días y medio desde que Miguel ingresó al hospital. Y de ese tiempo sólo habían transcurrido 12 horas desde que lo pasaron al segundo piso porque se encontraba "estable" después de haber estado todo el día y toda la noche anterior en observación.

Y aún así.

Seguía sin despertar...

Hiro había estado acompañando el cuerpo inconsciente del moreno desde que les permitieron visitarlo, pero no hacía nada por intentar despertarlo o llamarlo por miedo a llevarse una gran desilusión.

Después de que subieran al chico moreno a la segunda planta el genio de la robótica se debatió si él merecía estar con Miguel cuando despertara... O no...

¿Hasta qué punto Hiro fue culpable de la situación de Miguel?

Desde su punto de vista él tenía la mayoría de la culpa y después estaba el resto de la misma pertenecía a ser víctima de los hechos.

Se recargó al borde de la cama y dejó que sus ojos se viesen inundados en algunas lágrimas que se negaba fervientemente que éstas surcaran sus mejillas

No le costaba ser egoísta y comportarse como si nada hubiera pasado, tener el cinismo de mostrar su rostro ante el latino con su típica sonrisa mostrando ese espacio entre sus dientes... Sin embargo, eso era imposible, no quería lastimar más a Miguel (si es que eso era posible).

Cerró sus ojos rasgados soltando otro suspiro, anhelando que a la mañana siguiente el moreno despertara.

Lo que Hiro no sabía es que es imposible engañar al inconsciente, una prueba de ello era que cuando el susodicho dormía a un lado del latino sus lágrimas daban rienda suelta dejando pequeños surcos de agua salada en sus mejillas de porcelana...

En sueños Miguel limpiaba con delicadeza las mismas lágrimas que traicionaban su sentir y le dedicaba una sonrisa tan tierna y dulce que el genio de la robótica hallaba imposible resistirse a entrelazar sus dedos con los del moreno y juntar sus frentes susurrando una frase incompleta que, a su vez, podía deducir fácilmente a lo que se refería...

"Te a**"

.
.
.

Habían transcurrido unas horas hasta que sintió como alguien movía suavemente su hombro para despertarlo.

-Lo siento, la hora de visitas terminó...

El chico de ascendencia asiática se incorporó y soltó un apenas audible "Gracias", llamó a Baymax y se alistó para salir del cuarto.

La enfermera que lo despertó lo acompañó hasta la puerta de la habitación y justo antes de abandonar la estancia el chico de cabello alborotado giró un poco sobre sus tobillos mirando a Miguel.

-Volveré a visitarte... Nos vemos mañana Miguel...

Silencio fue la respuesta que recibió el genio de la robótica por parte del moreno, no le quedó más que bajar la mirada y salir del hospital directo al café.

¿Qué excusa le pondría ahora a su tía Cass para justificar la ausencia del moreno?

Al menos tenía todo el trayecto para pensar en algo creíble.

...

Cuando llegó al café sólo pudo escuchar el audio de la película que su tía veía en primer piso, agradeció que estuviera entretenida en algo. Tal vez así podría escabullirse y llegar de manera exitosa a su habitación y se evitaba dar la justificación.

Entre cerezos y cempasúchil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora