Capítulo 14

123 20 8
                                    


He escuchado decir que cuando estás a punto de morir, percibes toda tu vida pasar frente a tus ojos. Siempre me cuestioné la veracidad de ese dicho, ¿y quién no?, siempre dudamos y cuestionamos hasta que nosotros mismos lo comprobamos en carne propia.

Ahora me encontraba comprobando ese dicho, ya que las imágenes de mi vida cruzan por mi mente como un recordatorio de las cosas buenas que tenía en mi vida.

Recuerdos con mis padres y mis hermanos, riendo, conversando, comiendo. Recuerdos donde mi madre me abraza y mi padre me besa en la cabeza dándome el beso de las buenas noches después de arroparme.

Recuerdos con Matthew jugando a hacer angelitos con barro en el jardín mientras que mamá nos regaña por ensuciar la ropa recién puesta.

Recuerdos con Michael, mi callado hermano, que a pesar de no decir mucho puede hacerte sentir querida. Siempre quise que fuera mas conversador conmigo, pero con sus abrazos y algunas frases me bastaban para darme a entender que me quería. Y que no hablaba porque no quisiera, sino porque esa era su personalidad.

Tenía miedo, mucho miedo, dudaba en salir con vida de este problema.

Aún no era lo suficiente valiente para voltear a ver a la persona que vino gritando, solo esperaba que no fuera compañero de ellos y lo único que quería era ser partícipe de esto.

Mi cuerpo no dejaba de temblar.

– No se acerquen más – dijo aquella voz que por su cercanía me resultaba ser algo familiar.

Los maleantes se comenzaron a reír como si de una broma se tratara, reían a carcajadas.

Por mi lado, no sabía qué hacer, si sentirme feliz o triste, todavía seguía metida en el problema. Y aún no había comprobado si aquella persona vino a ayudarme.

– Me hiciste el día niño – seguían riéndose – pero no te metas en los asuntos que no son de tu incumbencia. Y si aprecias tu vida te irás ahora mismo, a menos que qui...

– No soy ningún niño – dice interrumpiéndolo de manera molesta.

Esa voz...

Mi cuerpo no dejaba de temblar y las ganas de echarme a llorar me invadían.

– Quería ser bueno, pero ante las circunstancias, no nos dejas más opción que deshacernos de ti.

Sentí miedo, mucho miedo.

Aquella persona realmente había venido con la intención de ayudarme, y ahora está en peligro por mi culpa.

– Adelante, no les tengo miedo – les hace frente sin dudar.

Los maleantes se olvidaron de mí para ir en dirección a él.

En el trayecto me empujaron bruscamente al suelo, logrando lastimarme un poco.

A estas alturas mi cuerpo ya no reaccionaba, y mis pies parecían haber perdido toda su fuerza, y todo lo que sucedía frente a mi lo veía en cámara lenta, cada detalle.

Me sorprendí a mi misma viendo como mi rescatador les hacia frente a aquellos dos tipos, sabía pelear, se podía apreciar a través de sus ágiles movimientos que era una persona que sabía lo que hacía, sin embargo, no podía no sentir miedo por él y por mí.

En pocos minutos acabó con los maleantes dejándolos tirados en el piso, estos maldijeron varias veces en voz alta pero no dieron más pelea y se fueron lo más rápido que podían. Ambos maleantes se marcharon tambaleándose, al parecer mi rescatador les había dado una buena lección dejándolos mal para caminar.

Al verlos desaparecer de mi campo de visión sentí alivio, por fin todo había terminado.

Estaba totalmente agradecida de por vida.

Quería agradecerle por todo, por salvar mi vida, sin embargo, mi cuerpo no dejaba de temblar, el miedo aún me gobernaba y por más que intentara, me era imposible manejarlo.

No podía hablar, por mas que quería hacerlo, no podía, tenía un gran nudo en mi garganta que me impedía hablar.

Pero si tenía muchas ganas de llorar y lo hice, me lancé al llanto sin importarme que mi defensor presenciara tal escena. Me daba demasiada vergüenza que me viera llorar, pero no podía evitar no hacerlo, fijé mi mirada en el suelo mientras que mis lágrimas caían sobre el pavimento. No quería que me viera así, no de esta forma, debía de estar dando mucha pena estar tirada en plena calle y llorando.

Sentí sus pasos aproximarse a mí con cautela, se quedó estático a mi lado, mas no dijo nada por al menos unos segundos.

Al percatarse que yo no tenía intención de levantarme, él se acuclilló frente a mí.

Me daba temor mostrarle mi cara, seguro estaba horrenda.

Su mano viajó hasta mi mentón y alzó mi vista, al hacerlo unos ojos grandes azules hipnotizantes me miraban preocupados.

Sentí el aire irse de todo mi cuerpo.

– ¿Estás bien?

Amor en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora