Capítulo #38: Por favor, espérame

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Volteó hacia la calle sin autos circulando. Ver a Daichi perder su seguridad le hacía arder los ojos. Los cerró, ¿qué derecho tenía él de llorar? Como causante de la situación, debía limitarse a la vergüenza. Las lágrimas debían ser de su amigo, ese al que ya no quería clasificarlo así, ese al que sus sentimientos por él ya no pertenecían a ese tipo de relación, ese al que le habría confesado por qué solo tendría que olvidarse de las flores si hubiese estado seguro de todo.

—Lo siento. —«Si tan solo este momento no fuera tan tenso...». Abrió los ojos. Daichi volvía a verlo. Parecía que el arrepentimiento había sido transferido a él.

—¿Qué? No. No, no has hecho nada de lo que debas disculparte. —Avanzó el paso que faltaba para tomarle las muñecas. Sus palmas estaban cálidas, a pesar de sentirlas a través de las mangas de la chaqueta negra—. Yo... perdón. Me abrumé y creo que dije algo feo.

—Tranquilo, lo entiendo. —Sonrió sin los dientes—. Te diré lo que tú siempre a mí: no lo pienses tanto, deja que las cosas sucedan y siéntete como tengas que sentirte. Nadie puede exigirte que estés feliz cuando todo lo que anhelas es tener a esa persona entre tus brazos, entrelazar sus dedos o besarla.

—Sí que quiero todo eso —comentó para sus manos.

—Esperemos que pronto puedas. —Habría completado con una palmada suave en el hombro de haber tenido las manos libres.

—Esperemos.

Fin del contacto, reinicio de la caminata.

Pocas cosas le preocupaban más que Daichi decaído. La enfermedad no le estaba permitiendo disfrutar toda la emoción y los nervios —¿por qué no?— que antecedían a la competencia que, en esta ocasión, sería definitiva. De hecho, podía privarlo de la experiencia, volverlo un simple espectador luego de sudarse casi a diario la preparación. No era justo.

Estaba más seguro que no de que él era la clave, la solución; no actuar lo hacía sentir más culpable. Por lo tanto, acudió a su madre cuando ella regresó del trabajo, alrededor de una hora después.

—Mamá, uh... —Jugó con el borde de su camiseta.

—¿Qué sucede, Koushi? —Recién salía de cambiarse a su ropa de casa.

—¿Qué ocurre después de que se le confiesen a alguien con hanahaki?

—¿Preguntas por algo en específico? —Alzó sus cejas gruesas.

—Es que... Sé que se cura si se confiesa la persona correcta, pero, ¿qué pasa con las flores que tenga adentro o si se confiesa la persona equivocada o resulta no ser amor de verdad?

—Estás pensando en todos los casos, ¿eh? Bueno, vayamos uno por uno. —Se dirigió al sofá de la sala de estar. Suga la siguió y se sentó al otro extremo—. Lo que es fijo en los tres es que comenzará a toser casi al instante.

—¿Eh? —Frunció el ceño y abrió más los ojos.

—Para vaciar los pulmones de todo. Sin importar la fase, saldrán plantas enteras. Es un ataque de tos bastante fuerte, por lo que es recomendable que la confesión se dé cuando se sienta bien y, preferiblemente, poco después de la última flor. Da miedo, ¿no?

—Un poco.

—Aunque tampoco es que en todos los casos se expulse todo de una vez. Si había mucho contenido, puede durar hasta un día entero con pequeños ataques de tos antes de estar despejado.

—Qué incómodo. —Hizo una mueca con la boca.

—Sí. ¡Ahora sí! —Aplaudió una vez—. Si es correspondido, en un máximo de veinticuatro horas después de la confesión por lo que dije antes, toserá una última flor entera con un significado que confirme los sentimientos. Los mensajes son variados, pueden ser desde simples te amo a agradecimientos muy bonitos.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora