Capítulo 5. Traidor

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Con tantas preguntas dándome vueltas en la cabeza, comencé a marearme. O tal vez el whisky estaba empezando a hacerme efecto, o bien estaba comportándome como una paranoica. Quería seguir interrogando a Fernando sobre Frank, pero por las muecas que hizo cuando traté de retomar el tema entendí que no le apetecía hablar de él.

—¿Me has echado de menos? —me preguntó de repente.

La nostalgia se instaló en mi sistema al recordar las horas que pasábamos en su rancho cabalgando y dando de comer a los pocos animales que tenía mientras charlábamos. Tenía que verlo a escondidas, ya que mi padre prohibió que él viniera a verme a casa, sin darle la oportunidad de conocerlo.

Dejé escapar un suspiro.

—Claro que sí —dije con una sonrisa.

Acercó su silla y me tomó de las manos.

—Todos estos meses sin verte han sido una tortura —susurró ásperamente, provocando que un estremecimiento recorriera mi espina dorsal.

Miré su rostro. Él observaba mis labios con atención. Su mirada se intensificó cuando los humedecí. Se inclinó hacia mí y sentí su respiración mientras percibía su perfume. Mi pulso se aceleró al darme cuenta de que iba a besarlo. Cerré los ojos, sintiendo sus labios rozar los míos, cuando fuimos interrumpidos por alguien que carraspeó exageradamente a nuestro lado.

«Karina, ahora no», pensé. Siempre intervenía en los momentos más inoportunos.

Levanté la vista y tuve que parpadear varias veces para asegurarme que no estaba viendo visiones o ni me estaba imaginando algo que no era. Pasaron unos segundos hasta que confirmé que, en efecto, no me estaba volviendo loca: realmente era Frank. Estaba cruzado de brazos, mirándonos con el ceño fruncido.

—Es hora de irnos —dijo de mala manera.

¿Cuál era su problema? Pudo haber elegido otro momento para interrumpir, pero obviamente estuvo esperando la situación perfecta para arruinarme la noche.

—¿No puedes esperar unos minutos? —imploré entre dientes. No quería alterarme.

—No, a menos que quieras volver caminando a casa —espetó, retándome con la mirada.

—Puedo llevarla —intervino Fernando, poniéndose de pie.

—¡De ninguna manera! —exclamó Frank, sacudiendo la cabeza.

—Si tienes mucha prisa, puedes irte —dije al tiempo que me ponía de pie—. Ya has oído que Fernando puede llevarme a casa.

—Viniste conmigo y te irás conmigo —afirmó, mirando de reojo a Fernando.

Una parte de mí quería revelarse y dejarle las cosas claras. Pero no quería montar una escena en medio de la fiesta. Además sería sospechoso para mis padres llegar con alguien más a casa, cuando se suponía que había salido con Frank.

—Está bien.

—Te espero fuera —dijo. Se despidió de Fernando con una sonrisa triunfadora y salió del club.

—¿Estás segura de que quieres irte? —preguntó desilusionado.

—Sí, ya es tarde.

Asintió tranquilamente y me besó en la mejilla.

—Te llamo luego —terminó diciendo.

Le dije que no era necesario que me acompañara hasta la puerta y, después de despedirme de Karina, salí al aire fresco de la noche.

Durante el trayecto a casa permanecimos en silencio. Frank me miraba de reojo y yo no sabía si estaba molesto. Aunque no sé por qué me preocupaba su estado de ánimo; era absurdo estresarme por eso.

—No puedo creer que estuvieras a punto de besar a ese tipo —dijo con amargura.

—Es algo que a ti no debe importarte —respondí irritada, mientras miraba por la ventanilla.

—¿Tanta confianza le tienes que le ibas a permitir que te llevara a casa? —me preguntó, ignorando lo que yo acababa de decirle.

—Sí —contesté de la manera más cortante que pude.

—Si te hubiera dejado con él, ya estarías en su cama en este momento.

Me volví hacia él frunciendo el ceño. ¿Cómo se atrevía a insultarme?

—No soy tan fácil como la chica oxigenada con la que estabas —solté sin procesar antes la interpretación que podía tener mi comentario.

El SUV se detuvo detrás del coche de mis padres, avisándome de que habíamos llegado. Me quité el cinturón y él apagó el motor para luego mirarme arqueando la ceja.

—¿Estás celosa? —me preguntó sonriendo con arrogancia.

Puse los ojos en blanco, bajé del coche y me dirigí hacia la puerta. No estaba celosa, no me sentía de esa manera. Frank había malinterpretado lo que le había dicho. Mientras buscaba las llaves de casa en mi bolso, escuché su risita. Lo miré y suspiré, molesta al ver esa sonrisa en su cara que me hacía querer golpearlo.

—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunté, sacando el llavero.

—Me disculpo por adelantado —dijo un poco dolido.

Negué con la cabeza ante su idiotez. ¿Qué podría suceder ahora para que necesitara mi perdón?

Al entrar en casa, me percaté de que la luz de la sala estaba encendida y eso no era una buena señal. Mis padres y Melina estaban sentados en el sofá, y nos miraron como si llevaran horas esperando nuestro regreso. Esto no pintaba nada bien. El ambiente se volvió tensó de repente. Melina se despidió cordialmente antes de retirarse. Mi padre, que estaba cruzado de brazos, mirándome acusadoramente, se levantó.

—¿Dónde estabas? —su pregunta me tomó totalmente por sorpresa.

Frank me dijo que le había comentado lo de la fiesta y que él había estado de acuerdo en que fuéramos juntos... Ay no... ¿Y si me había mentido? «Que no sea lo que estoy pensando», rogué.

—¿A qué te refieres? —dije, después de unos segundos de silencio.

—¿Por qué saliste de casa sin permiso? —Su enfado era evidente por el tono de su voz.

—Pero... —En ese instante, confirmé mis sospechas. Me volví y miré a Frank—. Me habías dicho que mis padres me dejaban salir...

Se me quedó mirando durante unos segundos, intentando buscar una respuesta. Respiró profundamente y miró a mi padre.

—Ella me dijo que ustedes le habían dado permiso para salir.

Me congelé al escucharlo. Abrí la boca, sin articular palabra. No salía de mi asombro.

—No es culpa tuya, Frank —comentó mamá, ajustándose el cinturón de su bata—. Terminaremos esta conversación en una hora más adecuada.

—Pero eso no es cierto —dije balbuceando—. Les llamé para tener el permiso para salir pero Frank me dijo que...

—Esto no se va a volver a repetir, Alexa —me advirtió mi padre, antes de que él y mi madre salieran de la sala.

La rabia comenzaba a fluir por mi cuerpo y, las palabras se me agolpaban en la garganta, pero seguía desconcertada. Apreté los dientes, conteniendo mi rabia. Levanté la barbilla, evitando mostrar debilidad y caminé hacia las escaleras. Antes de subir el primer escalón, me giré hacia Frank, que continuaba mirándome sin ninguna expresión.

—Traidor —susurré con desprecio y me dirigí a la habitación.

El Huésped ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora