Capítulo 24

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Mortificada, Leonie se tambaleó cuando salió de la postura para bajar la falda, y terminó cayéndose del banco con un grito.

Mai y Figgy corrieron en su ayuda, llenas de preocupación.

-Estoy bien, estoy bien,- protestó Leonie. Pero no lo estaba, se había torcido el tobillo.

En toda la confusión, se dio cuenta de que el padre Gabriel la estaba ayudando a levantarse también. A pesar del dolor de su pie, su toque la quemó.

-Caíste pesadamente en ese tobillo. ¿Puedes caminar sobre él?- Preguntó.

-Si, estoy bién.- Leonie trató de pararse sobre sus pies para probarlo, luego se derrumbó contra él.

-Tendremos que llevarte a la enfermería de la escuela,- dijo. -Puede estar roto.- Luego instruyó a los demás. -Iphigenia, si pudieras apoyar a Leonie a la izquierda, para yo hacerlo de la derecha. Mai, ¿podrías por favor contarle a la Hermana Bárbara lo que pasó?

La cabeza de Leonie estaba nadando. Abrumado por la vergüenza, el dolor y la proximidad del padre Gabriel, apenas podía pensar con claridad mientras él y Figgy la ayudaban a regresar a la escuela. Podía oler el bálsamo de colonia o la loción para después de afeitarse que usaba, era muy sutil, pero lo suficiente como para recordarle la ocasión anterior.

Se llevaron a Leonie al sanatorio y la hicieron acostarse en una cama. El padre Gabriel luego envió a Figgy a buscar a la matrona. No había otras chicas enfermas en el presente, por lo que las seis camas en la habitación estaban vacías.

Gabriel le hizo un examen superficial al pie de Leonie mientras esperaban.
-Solo he hecho primeros auxilios básicos, pero sospecho que no está roto. ¿Todavía puedes sentir los dedos de tus pies?

Leonie podía. -Estoy segura de que es solo un esguince. Puedo darle un poco de peso.

-Eso es bueno.- Él bajó la voz. -Lo siento, te hice caminar. Podría haberte cargado, pero no estaba seguro... dado lo que sucedió. No quería cruzar ningún límite.

-Está bien.- No estaba bien, Leonie habría dado cualquier cosa por haber estado completamente en sus brazos

-Soy muy pesada. Probablemente te habría roto la espalda,- bromeó.

Gabriel la miró, sus ojos eran serios. Había algo en su mirada que no podía leer. -Lo dudo. Me imagino que sería bastante fácil tomarte en mis brazos.

Entonces se dio cuenta de lo que había dicho, justo cuando Leonie sintió que su estómago se disolvía. Se enderezó. -Quiero decir soportar tu peso. De todos modos, la matrona debería estar aquí pronto y puede decidir si necesitas una radiografía.

Leonie realmente esperaba que no llegara a eso. Todo era tan vergonzoso. Sobre todo porque era su propia idiotez y alarde lo que la había llevado a esta situación. No tenía muchas ganas de tener que explicárselo todo a la Matrona. "Me caí de un banco" sonaba notablemente estúpido.

Como si estuviera leyendo su mente, Gabriel preguntó: -¿Qué hacías en esa banca?

-Un escorpión.- Ella no elaboró la oración ​​y él frunció el ceño.

-¿Un escorpión? Parecía muy precario.

Leonie explicó. -Es una posición de porristas, estaba tratando de enseñárselo a las demás

-¿Solías ser porrista?- preguntó.

-Hace siglos.

Realmente era una imagen de la que Gabriel podría haber prescindido. Él tenía suficiente dificultad para desterrar las imágenes de Leonie de su cabeza sin imaginarla con el uniforme de porristas. La visión que ya tenía de su trasero era bastante inquietante.

Se sintió aliviado y decepcionado cuando la Matrona apareció con una Figgy de aspecto preocupado. La matrona era una monja fuerte y vigorosa, así como una enfermera calificada.

-Echemos un vistazo, ¿de acuerdo?- La matrona bajó el calcetín de Leonie y presionó su tobillo en un par de lugares, causando que ella se estremeciera. -No creo que esté roto. Pero le pondremos hielo y veremos dónde estamos en una hora más o menos.

Se volvió hacia el padre Gabriel y Figgy. -Ambos pueden irse, ella estará bien aquí. Gracias por su ayuda.

Leonie les dio las gracias también.

Gabriel le sonrió. -Será mejor que no se rompa, porque te necesito para mi Abigail.

Lo decía solo para hacerla sentir mejor, Leonie lo sabía, pero la frase «mi Abigail» hizo que su corazón se sobresaltara. Ella le devolvió la sonrisa, sin darse cuenta del efecto que tuvo en el sacerdote.

Mientras salía, Gabriel todavía estaba tratando de sacar de su mente la imagen de Leonie animando como porrista. También descubrió que estaba impresionado por una nueva sensación de posesión cuando estaba cerca de ella. Cuando dijo «mi Abigail», quiso decir «suya», literalmente. Lo cual era absurdo.

Se dirigió a la capilla. Un par de horas de tranquila contemplación y oración podrían aclarar su mente. Si solo también pudiera sofocar los impulsos físicos de su cuerpo.

Invocando el pecado - Noël Cades (traducción) BAJO EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora