Capítulo 22: "La discusión"

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Me encantaría poder decir que el resto de la cena transcurrió de forma normal y tranquila.

Me encantaría.

Pero eso no fue así.

Todos me miraban con ojos que intuían lo que había pasado, y Brad, que era el único que me salvaba de esta incomodidad, comenzó a actuar de manera completamente diferente. Desde que salimos del baño, su cara se mostró seria, sus ojos desprendían furia y depresión.

¿No estará Brad...?

Oh Dios.

Oh. Dios.

Bueno, no vamos a dar por hecho nada hasta que se demuestre lo contrario. Tal vez estuviera con ese humor por otro motivo completamente ajeno.

Y no hablemos de James... Su actitud continuó igual; no hablaba, no interactuaba. Solo comía.

Parecía como si solo Ethan, Adam y yo estuviéramos ahí cenando. Porque, afortunadamente, Ethan se puso de buen humor y a Adam no le afectó lo más mínimo lo que hubiera pasado.

Adam siempre tan adorable.

Insistió en traerme a casa y así saludar a Lily, ya que Brad ni se inmutó en ofrecerse a llevarme, igual que me había traído.

Mala idea, Adam.

Pero no se lo dije, tenía la esperanza de que a Lily ya se le hubiera pasado porque así es mi hermana.

Así que me limité a asentir con una sonrisa y fuimos juntos en su moto a mi casa.

—¡Hola, hola! —saludé alegremente, para que, en el caso de que siguiera enfadada, transmitirle mi felicidad y que se le pasara.

No se oía ni un mínimo ruido dentro de la casa.

—Tal vez esté durmiendo...

—¡Pues vamos a despertarla! —sugerí maliciosamente.

Mala idea, Stacey.

Solo rezaba porque ya estuviera calmada y con su habitual sonrisa plasmada en el rostro.

Que Dios y la Virgen de la Macarena me acompañen.

—Buenos días, pequeñina —se acercó a ella silenciosamente y depositó un beso en sus labios.

Ante esto, Lily se despertó sin decir absolutamente nada.

Hasta que su cerebro estuvo lo necesariamente despierto para identificar a la persona que tenía delante. Y para acordarse de lo sucedido dos horas atrás.

Oh, oh.

Corre por tu vida, Stacey.

Ojalá lo hubiera hecho, pero no lo hice. Me quedé plasmada en el marco de la puerta, observando.

Lily parpadeó y su mirada desprendía tal odio que incluso a mí me dolía. Su cara pronto se puso roja de la rabia y Adam no supo qué hacer.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —se cruzó de brazos.

—No me cogías el teléfono y... —se calló unos segundos, esperando que Lily dijera algo, que le diera una explicación, pero como eso no sucedió, continuó—: Quise venir a verte —sonrió, pero no con su preciosa y natural sonrisa, era una sonrisa exageradamente forzada.

Dios, pobre criaturita.

Lo que hay que aguantar...

—¿Y no se te ha pasado por esa cabeza, que tal vez, si no te cojo el teléfono es porque no quiero hablar contigo? —estas últimas palabras las dijo casi gritando, no se lo podía dejar más claro.

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