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Se arma el plan

Salí de esa masa de cabezas huecas de algún modo, pero salí.

Atravesé el pasillo sin importarme a quien empujara. Luego me detuve afuera, en la acera cerca de la entrada. Ahí inhalé hondo para coger aire fresco, y me descargué:

—¡Por la puta que lo parió! —solté en un grito ronco que me lastimó la garganta.

—¡Wau! —exclamó Artie, poniéndome una mano en la espalda—. No me pidas prestado un brillo labial para esa boca.

—¿Me puso en su miserable lista? —bramé, esperando que me dijera que lo había alucinado, pero la respuesta que recibí fue una bofetada de realidad:

—Sí, te puso en ella.

Sentí que una efusión de ira me recorría las venas. Sentí mi apellido latir con una fuerza imperiosa. Sentí que quería... que quería tener a ese imbécil en frente y decirle, no, decirle no, gritarle que podía meterse su lista por...

Artie abrió los ojos al límite y miró alrededor como si sospechara que pretendía soltar más palabrotas y todo mundo fuera a mirarnos mal.

—Eh, Jude, mejor vamos a tomar algo para que te calmes —propuso—. Te enseñaré un lugar muy tranquilo. Yo invito.

Acepté su invitación porque sí que necesitaba calmarme.

No dije nada en todo el camino que transitamos a pie, aunque ella comenzó a hablar sobre lo que había hecho en su día para desviar un poco el tema.

Igual fue imposible. Solo tenía en la mente que Aegan Cash había dado un paso por delante de mí. Yo lo había dejado como un imbécil, lo había vencido en el juego que lo había impulsado al reconocimiento, pero él había respondido con un:

«No tan rápido, muñeca, que esto no se va a quedar así. Un Cash nunca pierde.».

Y no. No podía permitirlo. No quería. A mí nadie me manejaba a su antojo, menos un idiota con el ego por los cielos.

El sitio al que Artie me llevó era una cafetería ubicada dentro del campus. Apenas entramos percibí ese ambiente moderno y exclusivo que caracterizaba a Tagus. Aquello también me incomodó. ¿Es que no había un solo lugar en todos esos terrenos que no te recordara que estabas ahí por caridad?

En una mesa, al fondo, estaban Dash y Kiana.

Nos sentamos junto a ellos y tiré mi mochila en el suelo.

—Uh, percibo un aura de agresividad por aquí —comentó Kiana, llevándose una taza humeante a los labios.

—Podría arrancar la Estatua de la Libertad de su sitio y plantarla en Tombuctú —confesé, tratando de comprimir mi enfado.

—Jude salió en la lista de Aegan —anunció Artie, como si le hubiera costado mucho no decirlo apenas llegamos.

Dash y Kiana quedaron en shock durante un momento.

—Bueno, es un Cash, ¿qué esperabas? Apenas nacieron los vacunaron con astucia y competitividad —opinó Dash, meneando con un popote su batido de chocolate.

—No me lo esperaba —confesó Artie—. Pensé que lo dejaría estar.

Dash resopló y la miró como si no supiera nada de la vida.

—Aegan nunca deja nada estar —comentó él—. Una vez estábamos jugando beisbol en los terrenos y un chico le lanzó una bola en la espalda. No fue intencional, solo tenía buen brazo. Pero Aegan no lo olvidó y se aseguró de que todas las puertas de Tagus se cerraran para él.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora