Persiguiendo un corazón de Lauren Morán

Persiguiendo un corazón

Capítulo 1

Ingrid

Si alguien me hubiera dicho todo lo que iba a vivir durante este último año, probablemente no lo habría creído. Son tantas las vivencias ocurridas y muy poco el tiempo que tengo para contárselo antes de que salga el avión. Veamos...

Todo empezó un catorce de febrero. Me encontraba sentada a la mesa de un exquisito restaurante francés donde Adrián iba a pedirme en matrimonio. ¿Que cómo lo sabía? Gracias a su hermana Coral, que no podía mantener la boca cerrada en los momentos decisivos como este. Estaba nerviosa. Había acudido quince minutos antes de la hora a la que teníamos reservada la mesa y el metre había sido tan amable de invitarme a una copa en la barra. Un gin-tonic había servido para calmar, durante un leve momento, la agitación que mostraba en brazos y piernas. Sin embargo, los nervios habían regresado otra vez, y me senté junto a la mesa. Traté de tranquilizarme contemplando la majestuosa decoración de la sala. Sus paredes estaban cubiertas de cuadros que retrataban diferentes parejas a lo largo de la historia, desde Paris y Helena, pasando por Romeo y Julieta o Tristán e Isolda, y aportaban a la estancia un aire más romántico y exclusivo. Las ventanas, enmarcadas con madera de cedro, conjuntaban con el balcón de la segunda planta, las sillas y el resto de muebles del restaurante. Las gigantescas lámparas de araña, distribuidas cada pocos metros, resaltaban aún más el blanco impoluto de los manteles. Contemplar tanto lujo allí encerrado, y saber que pronto aquel emblemático marco formaría parte de uno de mis recuerdos más importantes, era asombroso. Un recuerdo que aún no se había producido.

Saqué el móvil para distraerme. Mis pulgares comenzaron a navegar temblorosos por la pantalla. Contesté el mensaje de una amiga que me preguntaba por mis planes para el día de mi cumpleaños. Quedaban tan solo dos semanas y, además de las consabidas comidas con familia y amigos, no faltaría una cena íntima con Adrián, que siempre sabía cómo hacerme sentir especial. Volví al presente y a lo que iba a suceder aquella noche. Adrián me pediría que me casara con él, yo fingiría pensármelo y, finalmente, me arrojaría a sus brazos con un apasionado beso.

Yo era romántica y cinéfila, una combinación explosiva. Imaginaba escenas de película en las que Adrián era mi Gable y yo su O'Hara.

Miles de pensamientos me vinieron a la cabeza y, en aquel momento, solo pude pensar en una única cosa. ¿Cómo me vería él? Con un delicado movimiento de muñeca llamé al metre que, de forma tan afable, me había atendido minutos antes. Este se acercó con una sonrisa en la boca.

─¿Qué desea, madeimoselle? ─el metre se inclinó un poco sobre mí, con un lito colgado sobre su brazo izquierdo. Me sonrojé un poco. Todavía no me había acostumbrado a que se dirigieran a mí de esa manera, aunque no era la primera vez que acudía a un restaurante de estas características. Pensé en Adrián, en todos los momentos compartidos junto a él y el tiempo que tendríamos por delante para ser felices juntos. Mis mejillas dibujaron por sí solas una tonta sonrisa.

Contemplé la mirada serena del camarero y cómo atendía mi demanda.

─Por favor, necesito su opinión. ¿Podría decirme si ofrezco un buen aspecto? ─Se mostró desconcertado y me vi en la obligación de explicarme─. Sea sincero, por favor, es importante ─Por mi voz debió considerar que sí lo era y me sonrió.

─Señorita, el encanto de las rosas es que, siendo tan hermosas, nunca saben que lo son.

Le devolví la sonrisa y le di las gracias.

─Me sorprende que le guste la poesía. Rara vez me encuentro con alguien que cite alguna ─le dije un tanto curiosa. Mi pasión por la lectura me había llevado a leer todo tipo de géneros.