Capítulo 17.

419 30 5
                                    

Bien, algunos habréis notado (espero) que tendría que haber subido hace una semana, el jueves pasado. Pero, sintiéndolo mucho, no he podido subir hasta ahora. Se acercan los finales y estamos en esa época en la que quieres degollar a todos los profesores porque te han mandado dieciséis trabajos la semana antes de los globales. Así que lo siento mucho, pero por fin vengo con el 17, que carga una sorpresa de las gordas. Recomiendo LEER EL 1er CAPÍTULO para entender mejor este. Quizá no os acordéis de algo o alguien que tiene todo el protagonismo en este 17.Y dicho esto, solo me falta añadir una cosa más: tres comentarios, por favor.

Este capítulo va dedicado a Carol, que siempre me ha brindado un gran apoyo y se ha tragado todos mis escritos. Muchísimas gracias, de verdad, sobre todo ahora que es cuando más ayuda me has dado, con lo del concurso. Te quiero :)

PD.: No está corregido por falta de tiempo.

------------------------------------------------------------------

Capítulo 17.

Cuando pude volver a abrir los ojos, notaba que me habían arrancado las tripas de cuajo. Recordé que al viajar al Infierno no me había sentido así, por lo que se lo dije a Ancel.

–Técnicamente, es porque tú no deberías estar aquí. Solo yo tengo permitida la entrada al plano terrestre.

–Pero, ¿cómo venían los otros espíritus, entonces?

–Después de la guerra, Satanás colocó una especie de capa sobre todo el plano para evitar que más personas decidieran viajar.

–¿Y tú cómo pasas?

Ancel me miró durante un rato, como si dudara de contestarme o no.

–Yo… –vaciló–. Satanás me convirtió en la Muerte después de una batalla.

–¿Por qué? –Era perfectamente consciente de que a Ancel no le gustaba hablar de eso, pero tenía que aprovechar.

–Porque hice un juramento. Los juramentos no se rompen, nunca. Y, además, yo nunca incumplo mi palabra.

Sus ojos ambarinos reflejaban dolor mientras se bajaba del semental y me ayudaba a hacer lo mismo, deslizándome por el lomo negro del caballo.

–¿Por qué crees que es tan malo? –le pregunté.

–¿Qué te hace pensar que creo que es malo?

–Porque te avergüenzas, y porque te duele hablar de ello.

Él se quedó callado mientras se pasaba la mano sobre su pelo color bronce.

–Es… Cuando me impuso mi castigo, estuve media hora agonizando en el suelo. Sentía que algo me ardía por dentro, como si me estuviese consumiendo en fuego.

–¿Qué hay de malo en eso, dejando de lado el dolor que pudieses haber sentido?

–Me quemaron vivo –soltó.

Su revelación me pilló completamente por sorpresa. Tanto, que los dos nos miramos durante unos segundos mientras yo procesaba la información.

Antes de que yo pudiera decir algo, que seguramente lo habría estropeado todo, Ancel siguió hablando:

–Fue la primera vez que tuve un miedo incontrolable. Ni siquiera el momento de mi muerte. Desde que me hicieron General, he tratado de esconder mi vida pasada, de encerrar todos los recuerdos en una caja con llave. Toda mi existencia se ha centrado en tres cosas: luchar, matar y olvidar. Hasta que llegaste tú.

 Abrí la boca para decir algo, pero en seguida supe que lo único que iba a salir de mi boca eran balbuceos, por lo que, simplemente, me acerqué a él y lo abracé.

Al otro lado de la ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora