Ray llegó a la dirección del edificio donde vivía Ariza y estacionó el auto frente a la entrada principal. Apagó el motor y se quedó mirando el perfil de esa mujer que desde la primera vez que la vio, de inmediato se sintió atraído por ella.
Maldijo en silencio porque su instinto de policía le decía que ella sabía más de lo que decía saber; por el contrario, algo en su interior le gritaba que confiara en Ariza que la protegiera de lo que la estuviera perturbando y lastimándola, ya que se notaba que estaba sufriendo.
Vio a Ariza que estaba con la mirada perdida y no había notado que ya estaba estacionado el vehículo en su destino. Deseó poder pasar sus manos por la cabellera de ella y acariciarla lentamente, sentir su piel reaccionar a su toque, hacerle cosas que hacía mucho ni intentaba hacer a otra persona; bueno sí a otra persona, pero eso era otro asunto imposible de hacer realidad y eso lo tenía aún más frustrado.
—Hemos llegado —informó a Ariza que dio un pequeño sobresalto y ahora lo miraba entre extrañada y asustada.
Ray deseó besarla y llevarla a su casa para protegerla de lo que sea que estuviera afectándole al punto de haber perdido el conocimiento en la estación; porque, algo le decía que ella sabía mucho más de lo que le había dicho. Que estuviera consciente de ese conocimiento o no, era lo que pensaba averiguar.
—Gracias, cualquier novedad, podrías mantenerme informada. Claro, a medida de lo que se pueda —pidió con voz baja, casi derrotada. En sus ojos veía una culpa que no entendía y mucho menos quería imaginar la causa.
—Te lo prometo —aseguró Ray—. Y tú debes contarme todo lo que sepas la próxima vez que nos veamos.
—De acuerdo —aceptó casi sin vacilar y se bajó del auto sin añadir nada más y sin voltear en ningún momento hacia él.
Ray, prendió el motor y se marchó con el corazón extrañamente apretado por el deseo de volver a verla muy pronto. Necesitaba ganarse su confianza, el deseo que sentía por ella debía esperar a que este caso se cerrara completamente.
********
Damon estaba oculto al otro lado de la calle viendo cómo Ariza bajaba del auto del policía y entraba a su edificio. Hasta el lugar donde estaba le llegada el olor de excitación de ese policía, eso lo enfadó y deseó matarlo; sin embargo, no lo hizo porque sintió la presencia de quien odiaba más que nada ni nadie. Gruñó enfadado porque podía sentir que aquel ser protegía a alguien, solo que no estaba seguro a quien estaba resguardando.
«Maldita seas Dariel por estar al pendiente de estas criaturas»
El demonio se mantenía en las sombras ocultando su presencia y le pareció eterna la espera hasta que sintió a Dariel marcharse y al fin pudo relajarse. Más tranquilo, caminó por la calle haciendo que todo se detuviera por un instante que era un truco que podía usar el tiempo suficiente para poder cruzar la calle sin ser molestado por el tráfico o por los humanos transeúntes.
Al llegar al interior del edificio, todo volvió a andar, eso lo dejaba algo cansado, aun así lo utilizaba en momentos especiales. Subió las escaleras porque ante su presencia los artefactos y artilugios no funcionaban. Al estar al fin delante de la puerta de Ariza, abrió la puerta como si hubiera estado esperando por él para darle pase a esa casa.
Caminó hasta el centro de la habitación y vio como estaba tendida en el suelo con una expresión de angustia. Soltó una risa baja, le tocó el rostro y ella abrió los ojos de improviso, en su mano tenía uno de esos aparatos con los que se hacían llamadas, seguro se había desmayado por la fuerza de su presencia. Ambos se quedaron mirando por un momento largo en el que ninguno de ellos dijo nada; en sus ojos vio el momento exacto cuando lo reconoció y también cuando se dio cuenta de que no sobreviviría a ese encuentro.
ESTÁS LEYENDO
Poseerte, mi destino
HorrorAriza intenta llevar una vida normal, pero no puede. Ella posee una habilidad especial que es más una maldición, la que casi la lleva al borde de la locura. Ray es un policía que busca al asesino en serie de la ciudad y tiene como sospechoso princi...